domingo, 26 de mayo de 2019

Martín Lasalt o la risa desde el margen.



El primer párrafo de la novela “Pichis” (2016) de Martín Lasalt, se puede leer como la praxis de una poética. Dos “pichis”, El Cholo y la Chola, encuentran una cabeza en un contenedor de basura, entre el susto y la fascinación se la llevan a su rancho y justo a medianoche la cabeza habla y da una instrucción: “Que los justos vayan a lugares altos”.  El relato que se desarrolla luego son las peripecias de esta pareja al querer cumplir las palabras que la cabeza ha dicho y también diversos episodios que un Pichi, o persona que vive en situación de calle, debe solventar para su cruenta sobrevivencia. Pero no estamos ante una predecible mirada realista de unas vidas malogradas, sino que Lasalt dispone de una atmosfera donde realismo y absurdo no se repelen, sino que forman una inesperada unidad. Estamos ante un cuerpo textual que acepta en proporciones equilibradas el drama y la risa. Sí, porque una parte de Pichis hace reír, pero sin que las situaciones lleguen a ser evasivas. Al contrario, está novela más allá de ilustrar situaciones delirantes también habla de una sociedad, remarcando con sus protagonistas los síntomas de una colectividad con fallos a resolver. Y ahí es dónde está su mayor logro porque supera la prescripción de los géneros literarios, su tono y sus efectos al incluir en el mismo plano lo más crudo de una realidad social y lo fantástico tan propio del campo de la ficción. 
El humor en literatura es un viejo y difícil recurso de acercarse a temas delicados que a veces, como en Pichis, se dispara entre la seriedad o la dignidad ridícula con que afrontan los personajes su forma de ser y de mirar los avatares de la trama y el cómo nos lo escriben y leemos. En Pichis hay una suerte de humor crítico que curiosamente se incorpora a nuestra mirada y nos ayuda a entender el mundo desde un punto de vista más irreverente y lúcido. En este sentido, lo que se narra en esta novela es una forma de realismo pues deforma una situación para hacerla absurda y risible, pero, aún más, visible. El mundo ni la vida se someten estrictamente a las leyes lógicas y por ello el humor es una forma de explicar el absurdo del mundo. Habría que recordar al poeta argentino Leonidas Lamborghini quien siempre decía: “Empieza la risa, empieza la tragedia”.

La prosa de Pichis oscila entre los rasgos que conocemos de una vida marginal signada por el hambre, la invisibilidad o la visibildad como sospecha y/o rechazo, la incomunicación, la violencia y también con pasajes donde hay una cabeza cercenada que habla, una Montevideo sin humanos, un barrio que vuela gracias a la música o la aparición del diablo que juega con la vulnerabilidad de los personajes protagonistas. Su propuesta es un difícil y ambicioso punto medio que nos recuerda el espejo que no queremos ver a la par que nos abre la puerta a mundos posibles que la buena literatura sabe ofrecer. 



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