Quería
ser artista, por eso abandonó sus estudios y se centró en la pintura. Tehching
Hseich (Taiwan, 1950) comenzó, como muchos otros autores, en el camino de los
colores y pinceles, pero buscaba una manera que no dejara de lado el proceso creativo, por eso, más tarde, comulgó
con los postulados desarrollados por el movimiento Perfomance. Quería ser artista, y ese deseo lo llevó a abandonar su
país natal y embarcarse hasta New York donde viviría más de una década de
manera ilegal sobreviviendo en los más disimiles y temporales trabajos que iban
desde obrero de construcción hasta lavaplatos en restaurantes chinos. Quería un arte hermanado a la vida, sin
escisión, y luego de un tiempo de exploración así lo realizó en el año 1978 en
su primer One year perfomance.
No
hacer nada, nos dice Enrique Vilas Matas, resulta lo más intelectual, un acto
difícil de sostener, y eso precisamente fue lo que realizó Hseich desde el 29
de septiembre de 1978 hasta el 30 de septiembre de 1979, para este fin
construyó una jaula de madera donde se encerró junto a una cama individual, un
cubo, un lavamanos y algunas luces. En todo este tiempo se autoprohibió hablar,
leer, ver televisión o escuchar música. Sólo podía pensar. Haría lo único que
sabía hacer. El abogado Robert Projansky notarió, bajo un documento formal,
esta acción donde daba cuenta de que el artista se mantuvo en su escogido y
consciente claustro bajo las normas establecidas. Su amigo Cheng Wei Kuong le
ayudó con la comida y los desechos, además registró la acción tomando una
fotografía diaria para medir el paso del
tiempo cuya evidencia más innegable era el crecimiento de su cabello.
Hseich
había confinado el arte a su propia vida, una existencia (obra) modificada a
niveles de soledad y aislamiento sin previos en la historia del arte. El
desapego es la esencia de esta acción, un despojo que paseó por distintos
niveles desde los materiales hasta los emotivos. Sacudió la costumbre, lo conocido,
las supuestas seguridades y apostó por una intemperie bajo el silencio y el
retiro. Aceptó de manera única la presencia de la incomunicación, allí mantuvo
su campo de acción junto con el paso del tiempo despojado de algún fin
utilitario.
La
obra se manifiesta en términos de lo que vive y padece el artista, se mueve en
esa situación particular. No plantea el problema de la incomunicación ni la
soledad, la encarna y con ello paradójicamente crea su forma de expresión. Muy
al contrario de la concepción occidental el silencio para ciertos espíritus
orientales es razón de purificación ante tanto pensamiento innecesario y vía de
autoconocimiento que permite el acceso a la esencia de lo humano, lo valedero. Sin
embargo, Hseich no es miembro de este tipo de comunidad lo cual hace más
relevante su obra. Indagó bajo esos esquemas religiosos, de manera indirecta,
sobre la naturaleza de lo humano, a través de la senda más empinada y durante
ese año demostró un compromiso entre arte y vida sin par. Tampoco sería el
último ejemplo como lo certifica los otros one year perfomance cuya naturaleza
y corazón sigue siendo esa unión, ese extraño y conmovedor sacrificio.
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