Querido Daniel, al final escribiste un libro espiritual, pero esto entendido como una fuerza primaria que anima la escritura y una escritura vital que a medida que avanza revela, alumbra, no tanto los pormenores de una existencia particular sino lo que subyace debajo de lo evidente y que conecta con otras historias. Capaz te choque la palabra espiritual, pero, para mí, es un fenómeno más amplio, lejos, incluso, del tono religioso o de un mundo difuso y allende. Puede que mi visión panteísta me lleve a esa interpretación, pero me cuesta seguir estructurando el mundo de manera binaria, cuerpo-alma, cuerpo-escritura, emoción-razón. En este libro, tu feroz sinceridad ante la escritura, ante el maestro Levrero y ante tus propios ojos también mina esas falsas separaciones, le das a claridad esa correspondencia entre lo que esperabas, sintieron y hicieron en momentos claves de sus vivencias que me han conmovido e incluso me han revelado dramas velados en mi propio camino. Y si me sigue un movimiento interno es porque hay vida y si hay vida es porque esta escritura viene con entrañas cuya franqueza no están lejos de lo espiritual. Gracias
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