viernes, 13 de febrero de 2015

alexis romero y la respuesta de los techos



El poemario La respuesta de los techos (Equinoccio, 2008)  de Alexis Romero (Ciudad Guayana, 1966) abre con tres epígrafes y uno de ellos, el primero, pertenece a Paul Celan quién sentencia “llevé mi vida al lenguaje”. Esa frase, también puede verse como esencia de lo literario: el trabajo con el lenguaje, la experiencia transmutada en lengua, el lenguaje como materia prima que intenta comentar una parte más bien minúscula de la vida. La voz poética  de Romero pone de manifiesto una vida no tanto como recuento de una existencia o la crónica de una existencia sino a partir de las preguntas fundamentales que rodean cualquier historia personal. De allí que el poemario pareciera la consecuencia de esas interrogaciones pero más que en respuestas en imágenes recurrentes que bajo su particular lógica buscan responder esas cuestiones iníciales.
Este libro, por tanto, se mueve con unas preguntas que reviven en casi todo los textos. Variantes sobre la soledad, la nostalgia, la duda y una forma de angustia general persisten y le dan coherencia al libro como un gran poema cercado de múltiples espejos que ponen de manifiesto un reflejo de alta factura humana y su consecuente fragilidad, así como las diferentes variaciones de un mismo motivo.
Es legible en muchos versos de este libro la búsqueda, pero en ocasiones asfixiada por la duda o la imposibilidad de una aclaratoria “cuando giro/donde nadie se atreve/aparece el cuerpo que siempre disfrazo/a quien le arrebato las sonrisas/y le asigno mis dudas” (p. 26). Más adelante también dice “verás en la duda/el paisaje de la fe/ tu sonrisa sin paraísos” (p.75). Lo cual va revelando, a causa de esa complicación,  una sombra de desesperanza que se acomoda en muchas de sus líneas “ya no me convocan las palabras/ éste es el comienzo de un grito que me ausenta/ de una rama endeble que perderá sus hojas/ de un rey bondadoso que lo habrá perdido todo” (p. 23). Una sombra también alimentada de los límites del lenguaje que deviene en cansancio por tanta labor en vano, o en todo caso restringida “entro por el patio/a la casa de los agotados/los invado sin piedad/los inundo de preguntas/cuyas respuestas deforman los caminos/ (…) de esta casa hay que marcharse/dónde hallo la puerta de la opción” (p. 29) o también hay versos que señalan “para qué tantas alas si me sobra ausencia/y me ha sido ordenado aspirar la escasez” (p. 89)
Son poemas que obedecen a un acto confesional traducido también como una dura crítica  sobre sí y los intentos y deseos del yo poético en comunicar cierto desasosiego “sólo es un vaso/ese hilo de agua maloliente/que asusta a los padres y deleita a los ingenuos” (p. 46). Evidentemente son letras que van dejando tras de sí huellas de soledad ante tal panorama hiriente o percibido bajo esa forma. Mientras tanto, ese andar dentro de un paréntesis es quizá el impulso a una exploración de algo sagrado. En todo caso, la poesía también acusa una instancia donde lo divino tiene cabida y, curiosamente, ese espacio sacro puede corresponder al poema mismo.
Otra de las tantas virtudes de este poemario es la cimentación de las imágenes que aceptan, debido a su discurso -y cómo se edifican-, gran variedad de intenciones. Un lenguaje cuidado, prudente y depurado -lo cual no le resta intensidad- parece ser la mejor opción ante el silencio. La fluidez de la lectura denota la alta claridad y manejo de  forma y el sentido: la distancia con lo hermético y la cercana correspondencia con la metáfora y la ironía.  Para ello también ayuda la supresión de signos de interrogación y la aprobación de imágenes en ocasiones realmente explicitas “veo podredumbre/donde otro ve prosperidad” (p. 66);  o también “estoy a punto de partir/ nadie debe asombrarse/ es todo lo que siempre he hecho” (p. 42) Esto es lenguaje que nombra lo real que es también lo complejo, sabiendo que va a tientas por un pasillo oscuro que empuja lógicamente a expresarse con cierta angustia y desesperación “una grito/un llanto/ como diciendo poema” (p. 80)
Romero desdibuja adrede límites que le puedan obstaculizar el registro de su vivencia. De allí que también se presenten nombres conocidos del universo literario, ciudades, teorías, y  otros elemento que se aprovechan con la intertextualidad mirando siempre las obsesiones ya señaladas. Todo esto –y más, obviamente- le dan una fuerza delicada al libro como siempre lo ha demostrado este poeta. Para confirmarlo lo mejor es compartir un par de textos que seguramente pueden hablar por sí solos.

reconsideración
me gustaría abolir los papeles firmados
en nombre de lo sublime

quise demoler las obras
para volver a sentarme
en las piedras de la paciencia

intenté quemar los libros
donde habla el testimonio

insistí en alimentarme de la savia
buscando distorsionar las alegrías

nunca conocí la voluntad
para qué negarlo
estoy regresando al agua
donde ningún rostro se mira

caída zen

quieras o no
esta abundancia del monte
no llega a árbol
o rama

sólo a hoja
de la caída

no del zen

sino de la ignorancia

No hay comentarios.:

Publicar un comentario