domingo, 1 de mayo de 2016

Mundial Poético de Montevideo 2016





Iro Zau Lunar             es el niño que mira por años               la lluvia
y la dice en el idioma del viento        entre una sílaba y otra
de su nombre;
su pequeño cuerpo constelado
no puede dejar de escribir en la piel              de la laguna
                        que no olvida sus muertos
y que dictó el códice a su abuelo       la centella
que enciende toda la música     (rara)

Sus primeras palabras, según su madre
sentada en mitad de la laguna, fue
“a los la descubrí 24 años poesía”.
Dos años después de su primera muerte   
que no sería el único nacimiento,
en una ciudad sin mar                        (sin futuro)
que luego le recordaría constantemente
la época de cariño y abundancia.
Iro Zau Lunar es el sol alógeno rodeado de ángeles
en el halo de las montañas
que no reniegan de su peregrinación
y es esa inquietud                   que hace cantar           delirantemente
a          sus                   padres
a la sombra de un frailejón     (algo preocupados).
Su padre estuvo orgulloso de su bobera
porque descubrió                    que su mitad   hecha de viento                     
no servía para nada que no fuera un mundo /
Su madre le regalaba más estrellas    
cuando estaba más sola,         más triste,
más asombrada de un mundo que al final no le importaba.
Iro Zau Lunar es el grito de aquella esquina       (más sucia)
y la alegría de la lluvia cuando cae    para volver a subir,
su respiración agitada provoca cataclismos              
en una constelación olvidada,
entendiendo que la violencia                         es para reescribir
libros milenarios         con la sangre de las sombras
                        no para su pecho que se abre
cual constelación de estrellas nacientes,       
como si fuera el último día,
no para aquel que siente las bruscas fuerzas del mundo
y sólo   bal―bu―cea.

(Todo tiene un orden secreto).
(Ha de enseñar eso),   (le guste o no). 






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