domingo, 15 de enero de 2017

René Daumal: un poema



La caída

Sobre el oro combustible delante de los mares y los vientos,
a mi derecha y a mi izquierda, que aún no existían,
mis cabezas en potencia brotaban del cobre
y robaban el clarinar.
Pero faltaba una oreja para escucharlos,
y acá estoy ante mí mismo, la bestia,
el sonido se recibía en mangas profundas,
y acá estoy ante mis llagas, la luz
bajo sus colores impenetrables, y el ojo ve
y acá estoy ante mi cuchillo, mi mirada
en un espejo a la vuelta de la esquina,
ante el asesino mi doble
oh, te amo sólo a vos,
en el nombre de que sólo amo lo que amo,
me has dicho, el acero de tus ojos en los míos muertos:
“Yo mismo, oh, mi piel mojada en ese agujero, en lo negro,
yo mismo, oh, vos, en el revés negro de mi piel,
te quiero íntegro porque sólo vos me faltas para la plenitud,
te quiero íntegro porque te han cortado de mí,
sos un agujero, sos mi vértigo
como yo soy el agua negra siempre bajo tus talones,
más profundo que un yunque cayendo desde hace siglos,
sos un agujero en mí, y en todo”

¡Serpiente de oro, todavía no te devoraste!
Y el mar engendrará tu refugio siempre.
Él, al ir yo entre olas de pirámides
encastradas bajo la bóveda y ya derrumbándose
en el agua negra de mis talones,
reventó sobre mí sus otras tormentas y vientos,
el aullador volvía
y yo me derramaba en el mar, con el mar,
los paseantes de la calle ya no conseguían verme
en toda esta transparencia, cristal sin burbuja…
de repente todo se perdió en la náusea
mis múltiples caras renacían para ensordecerme,
no había querido, no había gritado quizás,
serpiente de mar, círculo de oro de las arenas
                                               donde se incuban tus huevos,
el sol, tu hermano, abriga aún tu semilla,
tu gloria y tu fama, mis manos,
¡y decís que voy a pudrirme!
¡y decís que voy a renacer!
y te veo orando orando con el rosario de mis cadáveres
al filo de las tormentas de horas y astros en alto
océanos debajo;
¿y decís que voy a morir?
Destituido mi rol de estrella por un fantasma,
esta vana boca-agujero,
engañado, siempre engañado, corro por tu hocico, hermano,
tus dientes de mármol aprietan
al decirme:
“Es el fin, el final de la vuelta,
no quisiste
no quisiste
vas a vivir con tus millones de caras, las mías,
y viviendo y ahondando como una arruga en mi frente
sembrá la risa de la serpiente
en la orilla de los mares;
mordé la sirena que te acaricia la nuca,
sangrá y mordé y regresá,
no quisiste, es el final de la vuelta
no te engañaron.
Y después escuchá por siempre
y para todos el rosario de rosarios de rosarios
de vueltas y para siempre yo soy quien soy
y volvé, agujero, falso vacío, y estallá
cuando puedas”

Las paredes de las calles vieron mi cabeza;
no me vieron estallar.
¡Vacío de vacío de vacío! último trago
retenido en la espuma, millón de burbujas,
mis caras,
sus caras,
¡las que estallarán conmigo!  

René Daumal (2014) Obra poética completa. Córdoba: Alción.

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