La escena del joven que no despega sus ojos del teléfono inteligente o la Tablet, suspendido momentáneamente de
las dinámicas del llamado mundo exterior nos resulta sumamente familiar, quizás
incómoda para algunos adultos, y es la imagen que ilustra el punto de partida
de “Vivir en la nube. Adolescencia en tiempos digitales” de Roberto Balaguer.
La escena es el eje que sostiene esta investigación sobre la hiperconexión de
los adolescentes a Internet, y específicamente a las redes sociales. Fenómeno
común y consecuencia de los cambios que ha generado la nueva y cambiante
tecnología. Pero Balaguer se centra en productos de consumo más bien corrientes
como el teléfono celular y, sobre todo, el mundo y sus complejas y dinámicas relaciones
que se despliegan gracias a este pequeño aparato. Y es que Internet pasó a ser
la “Nueva matriz cultural” y su establecimiento dentro de la vida cotidiana ya
ha generado cambios importantes en los modos de estar y relacionarlos con el
mundo que es una forma de establecer vínculos con los demás. Puede que a la
llamada “Generación red” (nacidos después de 1988) y la “Generación Touch” (la
llamada así por el cambio generado gracias a la entrada de las tablets -y su tocar
para ver qué pasa-) esta dependencia a la tecnología sea parte de su estructura,
sin embargo, otras generaciones mayores también se vean afectadas por la
invasión de las nuevas redes de comunicación. ¿cuántas personas conocemos que
no usen una red social en comparación con las que sí están en ellas?
Entrar
en Internet es navegar por un mar de información, sin tierra firme a la vista. Todo
parece estar ahí, incluso se puede repetir con tinte dramático que si no está
en la web no existe. Capas de información que no cesan en multiplicarse es la
casa virtual donde pasamos una parte importante de nuestras horas de vida. Para
las nuevas generaciones el valor de este no-lugar que es la web es más
importante incluso que el del espacio físico, digamos las cuatro paredes en
concreto o las personas en carne y hueso. No es casual pues la torpeza ante
deberes cotidianos y la cantidad de horas invertidas en las redes sociales. Tiempo de sociabilidad y ocio mayormente, de sucinta
crónica de la vida porque ahora el relato íntimo, cotidiano se muestra, es
parte del público, eso sí en 140 caracteres, en audios de WhatsApp o
fotografías en Instagram. Como sabemos, la adolescencia entre otras cosas, es
una etapa de búsqueda y construcción de identidad y la ilusión de seguridad que
otorga la web permite mirar y mostrarse con una máscara más acorde con una
identidad deseable. La urgencia típica de los jóvenes de ser atendidos y
aceptados en el espacio virtual se remarca y les da un alto grado de
vulnerabilidad ante manipuladores y acosadores que ofrecen falsas relaciones
especiales y tramposa atención y ayuda.
Ante
esta realidad diaria y corriente para jóvenes y otros no tanto Balanguer no es
ni defensor ni despotrica ante el hecho, sino que con inteligencia muestra un
fenómeno visto con sus distintos matices, de allí que no dude en dar
herramientas a los padres que ven en los hijos hiperconectados un problema que
no pueden solucionar quitándoles el Internet. En este sentido, Balaguer muestra
un listado sustancioso de aplicaciones que pueden ser ayudantes del siglo XXI
en los deberes paternales, usando el mismo lenguaje que sus hijos. No niega que
los vínculos entre padres e hijos hayan cambiado y en medio esté un smarphone
donde se vilsumbra un activo twiter, Instagram, Snapchat y youtube porque, en
otras palabras, para los jóvenes es un modo de pensar moldeado desde lo
tecnológico.
Las
nuevas generaciones se pueden representar como vidas conectadas, cuyos
celulares son más una extensión del cuerpo que un accesorio y con esa extremidad
artificial se piensa de forma fragmentaria, sintética, en imágenes, en términos
de seguidores, con más ánimo de sociabilizar y trabajar en conjunto porque se
piensa en función de otro, se le habla a un interlocutor según se constata en
las redes sociales. Todo esto a velocidad alta subrayando la condición efímera
de todo. Ante este fenómeno que viene a reformular todos los ámbitos de las
relaciones Balaguer plantea nuevas preguntas en un área donde el temblor de la
tecnología hace más ruido: la educación. ¿para qué prepara la escuela tomando
en cuenta el fenómeno de la hiperconexión? ¿los métodos de enseñanza se alinean
con las dinámicas digitales que mueven y aceleran el mundo? Como recalca el autor más que plantear si se
debe permitir el uso de un smarphone en el aula de clases la cuestión sería
cómo alinear ese aparato a proyectos educativos, cómo hacer, sobre todo, para
construir ciudadanos digitales cuya dirección sea manejar una herramienta y no
al revés.
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