El
libro comienza con una cita bíblica, del Apocalipsis. Un punto de partida que
prefigura la atmósfera que recorrerá todas las páginas de Pandemia, de Federico
Machado, y hará estremecer a más de un lector que espere una poesía más bien
sosegada, acaso de lo evidente y cotidiano. No, Machado abre la puerta con esa
cita porque implica la idea de revelación, tanto de hechos futuros referentes
al fin de la historia como de la presencia invisible del más allá (el paraíso y
el infierno cristianos) en nuestro mundo temporal. Bienvenidos, dice el poeta,
al fin de la sociedad, que no es otra cosa que el fin del lenguaje como lo
usamos a diario. Ha llegado la pandemia y, tras su paso, sólo resta una estela
de ruinas y miseria. El poeta, a su modo, dará cuenta de lo que ha visto,
mediante un lenguaje que desacomoda la percepción que tenemos del mundo que nos
rodea.
“diluidos
entre calles desiertas / impregnado en los huesos / el aroma a napalm / se
disgrega y conforma / nuevas configuraciones de la sangre // te busco entre
miles de ojos en blanco”. El ambiente que conforman estas líneas, en la
apertura del primer texto de Machado, son una extensión secular del epígrafe
religioso. El panorama plasmado en los poemas que integran Pandemia tiene
cierta familiaridad con la denuncia típica de la distopía, y el autor enfrenta
con un lenguaje explosivo las secuelas de una sociedad injusta, quizá
construida con la perniciosa utilización política de la ciencia centrada en
otros fines, dejando en segundo plano la ayuda integral a la humanidad. Es el
conocimiento rindiendo pleitesía al poder, y este dedicado a la destrucción para
imponerse, en su aspiración totalitaria. La pérdida de la credibilidad del
discurso utópico parece el móvil de estos textos, y en el fondo se trata de un
quebranto en la fe de la ciencia, que no trajo la igualdad, la justicia y
felicidad tan mentadas.
En una
era presidida por el exceso de información, el poder omnímodo de la imagen y la
posibilidad de acceder de manera instantánea a infinitos recursos tecnológicos,
el poeta Federico Machado aparece con un libro en el que todo ese universo
social ha sido devastado. Sólo resta partir, desplazarse, caminar en busca de
otros horizontes. Somos testigos de una peregrinación signada por fantasmas
individuales y colectivos. La cuestión es cómo decir el cataclismo, cómo fijar
en imagen la ruina de la palabra de un mundo ya irreconocible, el mundo que se
ha perdido, cuando se ha perdido también el lenguaje capaz de evocarlo. Es el
trance entre dos eras, el pasadizo que enlaza dos tiempos, dos formas del
decir. Ya no vale la estructura de conocidos discursos, la sintaxis predecible;
se necesita, pues, un lenguaje adecuado para esta desolación, más bien un
lenguaje que también explote y se abra a nuevas posibilidades.
Pero
–atención– puede que las calles desiertas, el sol que se apaga, la madre tierra
que aborta, la fe rociada por napalm y toda esa calma inhumana que registra el
libro nos lleven a un vértigo inaudito, que no es el fin porque todo es
transformación, un pasadizo que lleva a otro lenguaje necesario, vivo,
inexplicable, el umbral de una era despojada del repertorio de ilusiones que
rellenan la llamada realidad. Es ahí donde aparece el poeta Machado, para
sostener que la palabra sigue siendo el instrumento más adecuado a la hora de
intentar darle un sentido cabal al caos de la existencia, sobre todo luego de esa
visión apocalíptica. Confirmamos así que la poesía es una forma erigida frente
a la infinitud de lo real.
En
estas páginas, las cuestiones humanas no se detienen en ningún lugar, por más
que haya una devastación y posterior metamorfosis de la humanidad, se siguen
extendiendo de manera indefinida, y el dilema del poeta es cómo dibujar un
círculo capaz de acotar esas conexiones en expansión constante. Federico
Machado no sólo dibuja ese círculo con extraña precisión, articulando los
planos de lo sensorial, lo emocional y lo conceptual, sino que además nos
invita a un viaje que apenas empieza.
Pandemia,
de Federico Machado. Dios Dorado. 2017. 52 páginas.
*Nota aparecida
originalmente en La Diaria del 7 de marzo de 2018
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