miércoles, 26 de agosto de 2020

La piel de metal

 



Al terminar de leer “La piel de metal” yo rescato la pregunta que impulsa la elaboración del libro, y me digo: qué difícil sería para mí contestar o explicar cómo hago un poema; es más, me veo merodeando ante el corazón de la cuestión, pero no respondiendo del todo. De todas maneras, la dificultad de la pregunta admite ciertos divagues.  “La piel de metal” es, entre otras posibilidades, una potencial respuesta ante el misterio del acto creativo. Una contestación igualmente creativa, hibrida, que se ve obligada a romper límites entre géneros para dar cuenta no sólo de un producto artístico, en este caso, materializado por Marcial Patrone sino de un proceso que curiosamente el escultor también comparte en algunos momentos con el dibujante Richard Ortiz y el escritor Rafael Juárez Sarasqueta.  Tres miradas apuntando al mismo norte, tres caminos sometidos a cruzarse y entrelazarse para llegar al mismo lugar.  No es casual entonces que en este libro convivan en armonía varios lenguajes artísticos, y asociados conformen un llamativo artefacto textual y visual, un libro mutante que muestra lo visible de una obra manufacturada a la par de lo invisible que anima esa pieza y que el artista guarda para su intimidad y oculta en la exhibición o muestra pública. Por eso me resulta inquietante reducir este libro a una simple etiqueta, pues, como la piel misma, son varias las capas, los planos, las dimensiones que lo estructuran. La diferencia entre un libro sobre un artista y “La piel de metal” es la diferencia que hay entre el comentario de una obra y una obra en sí misma. En tiempos donde la exigencia de la inmediatez se extiende absurdamente a todos los ámbitos este libro nos recuerda que estamos hechos de tiempo, incitando con su lectura a la lentitud; nos conmina a degustar cada momento, a disfrutar el camino, paso a paso, que nos lleva a la casa que es una obra artística. Disfrutemos el viaje, pues.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario