martes, 8 de marzo de 2022

Leonora Carrington, Memorias de Abajo, fragmento

 



Aquí mi libré de todos mis objetos familiares que, por pertenecer al pasado tumultuoso y emocional, habrían ensombrecido mi labor. Aquí estaba sola y desnuda, con mi sábana y el sol: la sábana unida a mi cuerpo en una danza. Aquí, en el solario, me daba cuenta de que manejaba el firmamento. Había descubierto que era esencial para resolver el problema de mi Yo con relación al sol.

Creía que estaba siendo sometida a torturas purificadoras, a fin de poder alcanzar el Saber absoluto, momento a partir del cual podría vivir en Abajo. Ese pabellón era para mí la Tierra, el Mundo Real, el Paraíso, el Edén, Jerusalén. Don Luis y don Mariano eran Dios y Su Hijo. Pensaba que eran judíos, pensaba que yo, una celta y aria sajona, soportaba estos sufrimientos para vengar a los judíos por las persecuciones a que estaban sometidos. Más tarde, alcanzada la plena lucidez, iría Abajo en calidad de tercera persona de la Trinidad. Creía que, por acción del sol, era andrógina, la Luna, El Espíritu Santo, una gitana, una acróbata, Leonora Carrington, y mujer. También estaba destinada a ser, más adelante, Isabel de Inglaterra. Era yo quien revelaba religiones y llevaba sobre los hombros la libertad y los pecados de la tierra transformados en Saber; la unión del Hombre y la Mujer con Dios y el Cosmos, todos iguales entre sí.  Ya no me parecía que la hinchazón de mi muslo izquierdo formara parte de mi cuerpo; se había convertido en un sol en el lado izquierdo de la luna; todas mis danzas y giros en el solario tenían ese bulto como eje. Ya no dolía, porque lo sentía integrado en el Sol. Mis manos, Eva (la izquierda) y Adán (la derecha), se comprendían, y por ese medio se duplicaba su habilidad.

Con unos pocos trozos de papel y un lápiz que José me había dado, hice cálculos y deduje que el padre era el planeta Cosmos, representado por el signo del planeta Saturno. El hijo era el Sol y yo la Luna, elemento esencial de la Trinidad, con un conocimiento microscópico de la tierra con sus plantas y criaturas. Yo sabía que Cristo había muerto y desaparecido, y que yo tenía que ocupar Su sitio; porque la Trinidad, sin una mujer y un conocimiento microscópico, se había secado y estaba incompleta. Cristo era reemplazado por el Sol. Yo era Cristo sobre la tierra en la persona del Espíritu Santo.

 

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