La
obra de David Alfaro Siqueiros titulada El
diablo en la bóveda (1947) fue interpretada como una sutil crítica al
movimiento izquierdista mexicano de la época, una opinión reforzada por la
mirada del pintor que veía venir la burocratización de la izquierda mexicana,
esto es, el cáncer de esa ideología. Siqueiros parte de las acciones de la
ideología liberal cuyas maneras sirvió para que las élites siguieran en el
poder y cuya influencia en sus opositores los llevó a la ligereza ante la lucha
que proclamaban sólo en discursos.
La
obra es una advertencia a los izquierdistas a que no ahogaran su oposición, un
llamado a no unirse al bando de la burguesía que, entre otros, tenía como ayudante
a la iglesia católica. La postura política del pintor se hace ver con ejemplos
de su obra, uno de ellos es El nacimiento
del fascismo (1936) donde deja claro la división de lo que creía bueno y
favorable para el pueblo mexicano: la unión Soviética y lo que consideraba el
lado oscuro y de ferocidad que le atribuye al capitalismo y a Estados Unidos.
Otro ejemplo es su inclinación a las caricaturas anticlericales de José
Clemente Orozco (específicamente el mural de la capilla del hospital del
Nazareno en ciudad de México, 1942) donde ve a la iglesia católica como parte
de ese lado perverso al apoyar a la burguesía mexicana. Existía, por tanto, una
división clara entre dos pensamientos en el pueblo mexicano, y su respectiva
confrontación: revolución contra imperialismo, siendo Siqueiros parte del
primer grupo.
No
obstante, en la obra El diablo y la
bóveda la imagen política no es tan evidente como en otras pinturas, de
hecho es una creación insertada en un contexto donde la izquierda mexicana
tanteaba para esa fecha (época del presidente Lázaro Cárdenas 1934-1940) con
unirse al gobierno. Tentación que proseguiría con el mandato de Manuel Ávila
Camacho quien también apostaba por la política de unidad nacional, ideas que
seguiría posteriormente Miguel Alemán que, siendo católico, le daría la espalda
al partido comunista mexicano y debilitaría la tendencia izquierdista. Desde
luego, la contundencia formal de la obra va en estrecha relación con un mensaje
ideológico que apenas se sugiere, pero que se ve con más claridad si se nota el
lenguaje simbólico de la pintura.
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