Siete
piezas contorneadas con títulos y delimitadas con espacios silenciosos entre sí
conforman el disco Marifaa Street
(2005) de Jon Hassell. A pesar de
ello, la unidad estilística lograda en este trabajo musical nos da la sensación
de estar escuchando un tema, un sostenido ambiente cadencioso alzado como
variaciones o matices a partir de un eje sonoro. Un centro, a su vez,
indefinido y maleable donde convergen aires orientales y occidentales, es
decir, un centro mixto y heterogéneo.
Dentro
de este esquema compositivo es “visible” el aporte de la música electrónica y
su leve afinidad con el género Ambient o
Minimal, pero sin ser relieve en la sustancia de su música, ya que la
hibridación es la verdadera medula de este disco, un mestizaje que sobrepasa la
reunión de ritmos y estilos musicales impares y crea un nuevo orden que Hassell
ha llamado “cuarto mundo”.
Es
creíble esa concepción que hace Hassell de su propuesta cuando entramos con
ella a un reino que alcanza los niveles de una tierra misteriosa cuyos sonidos
nos enlazan a la India o África, siempre bajo pasajes hipnóticos y un efecto
contemplativo. Por tal carácter, es natural encontrar el término Marifaa como
nombre en el disco cuyo significado en árabe es sabiduría. Aunque este disco no
es unilateral pues en él se funde lo intelectual y lo emotivo; es música
ambigua, permeable, milenaria y futura, terrenal y ritual, aérea y orgánica.
Música hecha de materia humana, de contrarios dándose la mano en un mismo
cuerpo. Siempre bajo un ritmo pausado y con un instrumento sumamente flexible,
la trompeta, que llega en su ejecución a ser voz, mantra, susurro o arrullo.
Hassell elige la tradición de una música popular de latitudes orientales y una
base electrónica porque es eficaz al momento de crear su mundo, y sostenerlo
junto a lo que parece la variación de una realidad es uno de sus mayores
logros.
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