lunes, 16 de febrero de 2015

El espacio de Manón Kübler


El nombre  Manón Kübler se quedó fijo en mi memoria luego de la lectura de Olympia (1991, Monte Ávila Editores), un libro insular, excepcional, iluminado por el fuego de la angustia y su voz pasional, levantado con menos racionalidad y más corazón. Treinta y ocho poemas que bien pudieran ser uno, testimonios de la soledad, el erotismo, la ausencia, de la forma musical y conmovedora del grito. Es el hecho indecible intentando hablar, textos que alargan sus brazos a ese algo inasible que angustia. Por tanto, la contradicción y el ardor conforman su estado natural, pronunciado con una sinceridad demoledora y enternecedora a un tiempo. Son poemas corroídos por la sombra de un pesar y el aliento del caos, líneas que llegan como golpes para despertarnos.
Un libro inolvidable, que me acompañó por un tiempo, una obra solitaria dentro del panorama de las letras venezolanas, pero afín con grandes voces como las de Rimbaud, Pizarnik o Plath. Hojas cuyo centro invita a revelar la geografía de un alma vulnerable, a retratar una sensibilidad que nos dice que la poesía puede ser fuerte y clara como una llama. Olympia se inclina del lado donde corren vientos fríos, aquellos que nos han hecho temblar acostados en medio de un desierto. Hace visible nuestra precaria existencia, la vida arrebatada por la temporalidad que, para algunos, se desplaza en un verdadero camino de espinas. Un contratiempo insoluble, sin duda, pero encontrar a otro que se identifica con esa angustia y la nombre con voz única y viva evoca que también somos de la misma familia, semejantes, hermanos que desde la otra orilla también han mirado desde la borda.
Luego de leer este libro y de que su lenguaje crudo dejara su marca busqué más información, más obra sobre la autora, pero fue infructuoso. Sucedía aquello de lo que hablaba Salinger: “(Los libros) Que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras”. Pero su juego a la invisibilidad, a esconderse, su huida luego del temblor llamado Olympia me dejó con la incertidumbre de que aquel libro corriera la suerte de una despedida, sospechas infundadas al recordar pasajes de este tipo: “ya no tengo historias crudas que merezcan ser contadas, no me animan las formas nimias ni los cuerpos fríos. la indiferencia cesó su delicioso juego de matarme. estoy evaporada de pasiones. pasé de la agónica existencia al respaldo de la cama, a los pies en alto del descanso”.
Así, de la autora me había quedado el enigma fundamentado por el libro que había dejado, pero en el año 2012 Kübler se deja ver, se asoma desde un espacio virtual y recupera textos perdidos (Bluff), aparece una biografía y acusa las demás publicaciones, entre otras cosas. La poeta vuelve con las armas que la identifican, con esa fuerza poco común, siguen los textos que nos despertaron y despliega desde un rincón virtual su alegato en defensa del fuego de la sinceridad del mismo modo en que se habla  mirándose realmente a los ojos.     

Acá el enlace hacia el espacio de Manón:
http://kublermanon.blogspot.com/ 

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