En
vida Gilberto Ríos (1936-1998) sólo
publico un libro: Los Wendall dulces
parientes de la luz (1992, Ediciones Mucuglifo). Como lo sugiere el título
la luz es el fundamento de esta obra única y aislada de la tradición poética
venezolana. En este libro los poemas se orientan hacía el día, buscan
sostenerse en un espacio claro, se afirman lejos de las sombras y sus distintas
voces, no las niega, el poeta las mira y las nombra desde el alba, no se
subordina al empuje del grito o al torrente de la angustia, prefiere aguardar e
ir depurando. Uno de los primeros textos refleja esa naturaleza:
“Trepando
hacia
donde
la
voz
es
sólo
un
hilo
cierto
ataviado
de
luces”
(p. 14)
Es
el desvanecimiento del mundo que se expresa en un tejido de palabras despojadas
de cualquier ornato, cayendo, esenciales. Hace de la gravidez del mundo y la
vida en sus distintas capas unos textos de una levedad inusual, de un cuerpo
frágil que forma parte de la identidad de esta propuesta. Ríos está nombrando
al mundo con otro significado. En pocos textos hay referentes claros, no
comulga con la realidad en el sentido de transcribirla como mera copia, su
apuesta es más arriesgada al ir por lo fundamental, la esencia, de ahí que sus líneas
generalmente sean de aliento breve y tengan simpatía por el silencio.
“En
qué extraño
país
amaneces
Oh
Remedios
cuando
las
luciérnagas
tejen
guirnaldas
en
la noche
para
los salmos
del
día
cuando
la noche
ensaya
la
rosa de los
sueños
y
en la memoria
no
van tatuadas
las
iniciales
del
fuego
En
qué distante
país
con
címbalos
y
flautines
irán
de ti
grávidos
los
caminos
del
viento” (p. 43)
En
la propuesta de Ríos cabe mencionar la construcción y forma de algunos de sus
textos ya que pareciera actuar bajo el principio de enhebrar cuentas acrílicas,
pero con las palabras. Los primeros textos responden a la edificación de una
palabra puesta encima de la otra hasta formar un tejido, un rosario hecho de
vocablos.
Es
un hecho reconocido por la generalidad de los estudiosos que el texto poético
otorga primordial importancia a la musicalidad. En el caso de Ríos, el
tratamiento para tal fin se evidencia en la distribución de las palabras de
acuerdo con los versos, pues esto sugiere un ritmo, una entonación e incluso un
tempo particular. Pero además la conformación gráfica de los versos afecta la
percepción visual del poema: la disposición de los elementos en el espacio, el
orden sintáctico y el especial sentido de la lectura en estas líneas de
palabras superpuestas.
Ahora
bien, los dones de esta estética no se cercan a la forma espacial con que se
trabaja el texto, la levedad del mismo y las distintas capas significativas que
pueda acarrear un poema, pues sus textos también abrazan la prosa poética. Su
contenido también está por encima de los aspectos prácticos de la vida cotidiana.
Hace de la realidad exterior insustancial y le abre las puertas a los signos
del misticismo, o al menos, a un personal misticismo en algunas líneas.
En
el año 2009, para sorpresa y alegría de aquellos que quedamos recordando aquel
inusual susurro que es la poesía de Ríos aparece un libro póstumo sobre el
autor: Cuaderno de Poemas (Edit. El
perro y la rana). Un libro que parece ser enviado desde aquel que dejara en
vida, una continuidad, la evidencia de una voz propia, asentada y ahora
rescatada. Inmediatamente se identifica con los Wendall… sus hojas respiran el
mismo aire. Es la misma realidad fundada por el autor en un distinto momento,
expresando ese compromiso con la brevedad, el silencio, con cierta pureza que triunfa en estos textos.
Este Cuaderno… también llega a los íntimos intersticios de un mundo áspero e impaciente donde yace la luz, refugio de esta
notable voz. De esta forma la aparición de estos textos inéditos es celebrar el
color que es uno de los rostros de la luz.
“NUBE BLANCA
Sereno díjome el río
ligero ligero ligero
ven
y cabalguemos vamos hacía el mar y así vinimos y ahora
juntos
en esta inmensidad y todo el recuerdo con nosotros
cada
vez más lejos Ahora nos dicen
Ríos
y nosotros
reímos y cantamos monta-
dos
en el mar hacia aquella nube blanca entre pájaros
guiñándonos
los ojos y nube blanca ligeros cabalgamos”
(de
Los Wendall dulces parientes de la luz)
Luna Llena de
Noviembre
Ascienden
la
colina
flautas
jubilosas
anunciándote
ligero
polen
de
alegres amapolas
celestes
Ansioso
no
he esperado
en
vano
la
Rosa del Amanecer
en
los prados
de
la encantada
Luna
Llena
de
Noviembre
es
acaso
tu
Reino
alada
bailarina
esa
música
entre
ángeles
de
fiesta
(de
Cuaderno de Poemas)
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