miércoles, 27 de abril de 2016

Plegando el poema

La o azul, poesía venezolana, Jairo Rojas Rojas


Por Diomedes Cordero.
“El padre que habla solo / porque hay tanto viento / que lo mueve todo: / la casa sospechosa / la O como puerta, vórtice / el padre que saca su corazón / para que juegue con la tierra / y sienta el pulso de Dios” . En estos versos de Los plegamientos del agua (Caracas: Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo gallegos, 2014), premio de poesía Fernando Paz Castillo, XX edición, podría encontrar, posiblemente, la variación que la inteligencia poética estratégica de Jairo Rojas Rojas alcanzaría en su cuarto libro de poemas y tercer publicado ( Casa para la sospecha  , premio de XIX Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre, mención poesía, 2013, no ha sido editado) en relación al origen de la filiación, el carácter, los límites y la experiencia mística de una poética, que podría, a su vez, ser asociada al telurismo simbólico anclado en la idealización del paisaje andino venezolano, pero que como en su segundo y anterior libro La O azul (Caracas: Fundación Casa Nacional de las Letras Andrés Bello; 2013), Premio Único del III Concurso Nacional de Poesía del Festival Mundial de Poesía de Venezuela, Rojas Rojas eludiría mediante la intención y voluntad del lenguaje con el que construye el poema: la conciencia artística inmanente por completo al lenguaje en el que se realiza totalmente.   

Rojas Rojas amplia los procedimientos constructivos del poema, el carácter artificial del universo contradictorio e irresoluble del tiempo y el espacio de la cultura andina venezolana, sin dejar de reconocer la repetición como mecanismo intrínseco de su poética, como lo revelarían los epígrafes de Sôren Kierkegaard (“Repetir lleva a conseguir una gran interioridad”) y Mario Montalbeti (“Espero que repetir algo quiera decir algo / estas imágenes repiten algo que no se puede decir / dice algo repetir algo que no se puede decir / espero que esto quiera decir algo”), que contienen en la repetición misma la posibilidad del cambio, de la variación poética, paradójicamente al concentrar en las figuras de la “MADRE” y del “PADRE” (nombres de las dos poemas largos que conforman el texto) las referencias al paisaje natural (cielo y tierra, montañas y valles) y cultural ( usos y costumbres, mitos y ritos) de los Andes venezolanos.

La combinación de verso y prosa (con un fraseo cortado a la manera del verso), de versos y frases en cursivas y subrayado(a)s, de dibujos y gráficos (figuras geométricas: círculos, cuadrados, triángulos, elipsis, signos, señales), de letras mayúsculas, de dibujos con letras, de segmentación de palabras por medio de guiones, de versos en columnas paralelas en la página; recursos (plegamientos) constructivos (experimentales) cercanos a los procedimientos vanguardistas, permitirían a Rojas Rojas despojar la materialidad del lenguaje poético de la visión premoderna de la referencialidad rural contenida en el universo mítico religioso andino, y, al mismo tiempo, abrirlo a una visión moderna de la referencialidad urbana contenida en el universo histórico venezolano  de la cultura de la pobreza.

Plegar el poema, transformar el plegamiento geológico en plegamiento del poema, en pliegue a la manera de Deleuze, que va desde el piso del repliegue de la materia hasta el piso de los pliegues del alma, este último que Rojas Rojas transforma en los plegamientos del agua, en tanto que el lugar de “MADRE” como el de “PADRE”, como lo señalan los epígrafes respectivos: “Mi madre vino al cielo a visitarme”, Héctor Viel Temperley) y “Susurré a mi padre, el brujo: / –ya salgo al cielo” Marosa Di Giorgio, sería el cielo transformado en nube, en lluvia, en agua: pliegues infinitos del alma, del poema.

Los plegamientos del agua podría ser, quizás, el cierre de la poética del telurismo andino, su última variación, construida en los cuatro libros de Jairo Rojas Rojas ( La rendija de la puerta , premio IV Bienal de Literatura Ramón Palomares, 2011, su primer libro): “«ya no nos esconderemos más» –dice– «ya no más»” y “el padre que habla / «ya no nos esconderemos más» –dice– / «basta»”, versos finales de “MADRE” y “PADRE”, parece anunciarlo. 


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