Daniel
Canogar pertenece al linaje de autores que les interesa mezclar la ciencia y el
arte, el mundo tecnológico y el discurso estético. Le corresponde una tradición iniciada a principio del siglo
XX por artistas como Man Ray o Christian Schad quienes vieron en la luz no sólo
un recurso expresivo sino un lenguaje en sí mismo aplicable totalmente al mundo
de los productos artísticos.
Desde
los años sesenta del pasado siglo esa inquietud de mezclar arte y tecnología se
ha acrecentado por la influencia de ésta última en el campo social en sus
distintas fases, pero, también, porque los discursos artísticos ante esta nueva
realidad han devenido en renovar sus distintos lenguajes, adaptándose a eso
cambios sociales. Ese contexto es la época de las Neovanguardias y de ideas
como la desmaterialización de la obra de arte cuyas repercusiones aún se
sienten en nuestros días.
Las tecnologías,
generalmente usadas sólo para el uso cinematográfico, de mitad del siglo XX
dejaron su ambiente tradicional porque algunos artistas en este afán de manejar
los medios que le proporcionaba el mundo tecnológico las sacaron de su recinto
habitual, pero incluso en su búsqueda también se alejaron del ámbito natural
del arte: el museo. El vídeo, por ejemplo, por sus capacidades expresivas y su
versatilidad técnica va abrir un camino que junto a otras tendencias estéticas
como el Vídeo Art, las Instalaciones, Vídeoinstalaciones, etc. y evoluciones maquinarias
desembocarían en el Light Art.
Con
el tiempo, esos incipientes experimentos de proyecciones en espacios públicos formarían
un lineamiento de investigación artística y se consolidarían como uno de los
discurso más contundentes de hoy día. Muchos artistas y colectivos se reunieron
a partir de estas ideas e inquietudes como lo fue el Grupo luz, espacio y percepción de Daniel Canogar, Julian Oliver y
Pablo Valbuena. Medialab-Prado 2008-2009.
Este
colectivo se centró en el uso de la luz, la proyección y la percepción visual
desde diferentes ámbitos. Llevó a cabo varios talleres y proyectos entre 2008 y
2009, poniendo el foco en los siguientes núcleos temáticos: luz y ciudad
(urbanismo, media-fachadas, espacios urbanos físicos y digitales), realidad
aumentada (a través de proyecciones sobre superficies tridimensionales),
escenografía y creación de ambientes mediante la proyección de luz e indagación
acerca de la percepción visual y sus límites.
De
este trío de artistas Daniel Canogar (Madrid, 1964) resalta por tener una
propuesta que muestra maravillosamente la relación entre luz y ciudad y a un
tiempo entre arte y ciencia. Ya en el año 2006 presenta su obra Clandestinos, que consiste en proyectar
una serie de figuras humanas que escalan la madrileña Puerta de Alcalá. Una
propuesta que va ser la raíz de una futura producción: Asalto (2011.
Asalto es una instalación
visual y conceptualmente similar a Clandestinos, pero a la que incorpora la interacción.
Mediante el uso de cromas, los usuarios simulan escalar, formando entre todos
la pieza de vídeo que se proyecta sobre una fábrica abandonada en Brooklyn, New
York.. Es un producto visual sobresaliente por méritos propios que debería
ocupar un lugar junto a las grandes intervenciones urbanas que la historia del
arte registra para sus referencias. Acá la ciudad sirve como espacio del discurso
artístico y para el lirismo particular desarrollado por el Light Art donde Asalto
consigue más que una identificación un ejemplo clave de esta tendencia
contemporánea en las tierras del arte.
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