martes, 10 de junio de 2014

Jairo Rojas Rojas: La O azul o el cielo redimido

James Turrell

Por Rafael Rattia.

Leo el poemario “La O azul”, del poeta joven venezolano Jairo Rojas y no me cansa el asombro, por supuesto grato, -que digo, gratísimo-. Paul Celan, Arthur Rimabud, San Juan, Lucien Silberg, abren el libro, la maravillosa experiencia del lenguaje con sendos epígrafes que no dejan resquicio a la duda. Se trata de un texto con-texto mundo de inequívoca raigambre mística pero, apresurémonos a decirlo, no de un misticismo a la usanza tradicional. Se advierte en las inusuales páginas de este raro libro una mística del viento, de la noche, de las piedras, de la tristeza; en fin, se proclama aquí en estos poemas de Rojas Rojas “otra” mística más cercana al poema que a la oración religiosa. ¿acaso el poeta postula a una religiosidad sin religión, una irreverencia reverencial de una índole aún no tipificada por la crítica?

En este libro, el poema es un canto sosegado, trastocado en religión sin dios ni amo ni idolatría. La palabra se nombra a sí misma como ejercicio de delirante, autotelismo nombrante. Así como –mutatis mitandis- Octavio Paz escribió “Blanco en lo blanco” con la inigualable maestría del matiz expresivo que caracterizó al Maestro mexicano universal, así mismo Rojas Rojas nos refiere la O azul como representación metafórica de la extensión infinita del firmamento, de la lámina celeste que ve sin cesar a quienes tampoco cesamos de verla mientras transitamos nuestra experiencia humana. El azul de Rojas es “azul sobre azul” que se prolonga sobre sí mismo ad infinitum.

También se dejan leer en este libro, ya lo dijimos, uno y múltiple, varios libros coexisten en contraste y armonía en uno solo. Imágenes subyugantes como esta:

“para tener, por fin, los pies sobre la tierra
Sobre
Azul sobre azul agua azul”.

El escritor nos entrega una palabra pulquérrima, cortante, despojada de ripios de lenguaje. La inveterada pulcritud verbal se adueña de cada texto poético como una consecuencia lógica de un inocultable trabajo paciente que labra la palabra de un modo inusual en el actual panorama de la poesía venezolana.

Por los poemas de este libro transita un entusiasmo dionisíaco que danza celebrando las pulsiones vitales de la humana condición reafirmando el vitalismo esencial de una estética que prioriza la belleza por encima de los impulsos tanáticos de este tiempo lúgubre y atroz que se cierne sobre estas tristes y melancólicas aceras del orbe.

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