martes, 28 de octubre de 2014

Gustavo Germano: la ausencia presente



Gracias a mi amigo Sergio Gorostiaga y por conocer parte de su historia personal llegue a la obra Ausencias del fotógrafo argentino Gustavo Germano, pero también la sentí y comprendí con mayor fuerza. El título de la serie es ilustrativo, justo y desde cierto ángulo se emparenta con aquel verso del gran Lezama Lima “…sólo existen el bien y la ausencia”. Estas fotografías miran atrás y revisan uno de los episodios más oscuros de la historia argentina: la dictadura en el país sureño, pero, sobre todo, el capítulo de los 30.000 detenidos-desaparecidos que dejó entre los años 1976 – 1983. El bien y la ausencia, el mal creando la ausencia, alimentando un vacío desgarrador que reflejan las fotografías, un hueco en la sociedad, sin duda, pero con mayor aliento un desierto en el alma de sus más cercanos testigos.

Recuerdo a Sergio contándome esa herida que es un hermano silenciado y desvanecido de la forma más inhumana y cruel, imagino a esa madre que aún espera y que vive, aún, ese quiebre en su vida, la llegada de la tragedia impuesta. Quizás el dolor más grande de una mujer madre es despedir al ser que vio luz gracias a ella, la vida que vino de sus entrañas, pero la ausencia generada por la atrocidad del poder y protagonizada por la comunidad argentina en aquellos años es aún más dramática. Lo que se respira entonces es una ausencia-presente, un pasado que corroe el aquí y ahora. Quien haya sentido la muerte de un ser querido sabe de aquellos que se han ido para quedarse. Blanca Varela lo vivió y parte de esa experiencia se ve reflejada en el libro Concierto Animal (1999), “yo muerta de ti / si me escucharas”. Sin embargo, la dolencia presente en las fotografías es más compleja, pues su tragedia alcanza el hecho de que no hubo la conocida y lamentable despedida al final de una vida, es natural, a pesar de todo, concebir una luz de esperanza y esperar en su luminosidad.

Bajo la composición de dos fotografías juntas a modo de comparación, Germano pone en marcha una historia de treinta años de desaparición, pues hay tres décadas de apartamiento entre una imagen y otra. Es obvia la evidencia del paso del tiempo, pero sólo en lo físico y orgánico. La serie alcanza su expresión desde la sencillez, sin decir nada, cuando el silencio es el diálogo más idóneo entre una y otra escena fotografiada. Su impacto es de factura humana que sigue la solidaridad de un padecimiento compartido, una fisura evidente y bastante mencionada que, aunque duela, hay que recordar como lección de lo que no debe volver a ocurrir. Germano y Gorostiaga se unen sin conocerse, se entienden y hablan de una forma cuando no alcanzan las palabras: a través del arte; el primero, por la fotografía; el segundo, por el lenguaje poético.



La serie son las imagines que atentan contra el olvido, testimonio histórico, pero con mayor relieve intimo. Sus protagonistas la gente de abajo desde su rincón anónimo. Miles de historias comprimidas a la contundencia de una foto. Detenidos frente a una de ellas es fácil imaginar las pasiones de sus protagonistas más inmediatos 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario