martes, 21 de octubre de 2014

Revista Poesía: 43 aniversario



Que la revista Poesía nos regalé hoy el número 159 de su notable recorrido es un evento para celebrar por todo lo alto porque 159 números es sinónimo de 43 años de trabajo, pasión, dedicación e insistencia que hoy es motivo para aplaudir 43 veces o 159, pero, ciertamente, para ovacionar con vigor por meritoria labor.  Pero ¿a qué viene tanto jolgorio por una revista especializada en algo que realmente no se sabe qué es como lo es la poesía? Y disculpen la reiteración de trabalenguas, pero que sean 43 años consagrados al estudio y promoción del arte poético es una empresa enfrentándose a un catalogo de vicisitudes de todos los matices, y en nuestro querido e intenso país el inventario de trabas para una revista de esta naturaleza es particularmente amplio, un hecho paradójico porque la tradición poética venezolana es una de las más sólidas e interesantes en todo el continente americano. No obstante, la Revista Poesía sigue en pie, rebosa de salud y no comulga con las voces agoreras que solo saben repetir la real y a un tiempo abstracta frase de que en este país nadie lee, y menos aún, poesía. He ahí lo curioso y valiente de su apuesta por un arte que más que difícil es exigente y que en cualquier latitud no forma legiones, pero constituye parte del corazón de cualquier cultura. Quienes, por una bendición o condena, según cada caso, somos de una u otra forma seguidores de la poesía sabemos lo que significa la existencia de esta publicación.  No es exagerado decir que en Venezuela esta revista se haya tornado un objeto de culto principalmente porque carece de familiares que la apoyen o la contradigan con semejantes niveles de calidad y de insistencia que también se puede traducir en fe sostenida por el hecho poético. ¿Quién de los interesados por el trabajo sobre el lenguaje no ha visto en sus páginas clases magistrales no solo de formas de escrituras sino modos de lecturas?, ¿Cuántos poetas de otras geografías, tiempos e historias no hemos descubierto allí y ahora forman parte de nuestra secreta familia espiritual?, ¿Cómo negar que es un espacio a donde uno acude para leer parte de la tradición a la que uno pertenece pero también, como en este número, para visualizar una fragmento de los trabajos poéticos que se desarrollan en la actualidad? En fin, desplegar la larga lista de bondades llevaría un tiempo considerable, sin embargo, quiero subrayar apenas uno, cuando un objeto cultural como La Revista Poesía pasa a ser una suerte de obsesión de coleccionista, un espacio para el aprendizaje o simplemente genera motivos para robarla es porque su existencia tiene la aprobación y el apoyo de un grupo de personas que aunque sean una inmensa minoría también cuentan, para bien o para mal, dentro de nuestro colectivo como sociedad. Esto sucede porque se ha tornado patrimonio, tiene valor en una parte de la sociedad, su presencia es importante ya que mantiene viva una tradición literaria específica fomentando además el comentario acerca de la misma y su desarrollo. Basta imaginar el revés de este momento: ¿Qué pasaría si la Revista Poesía dejará de existir? Evidentemente el universo mantendrá su equilibrio y el país seguirá su convulso e indeterminado rumbo, pero, eso sí, se instalará el gran desierto en los terrenos del estudio y la promoción poética en esta nación, lo cual es un escenario algo más que oscuro además de ser un indicador innegable de nuestra salud espiritual e intelectual. Estoy seguro que muchos agradecemos que ese hipotético y triste panorama no esté sucediendo sino que este número 159 de la revista refleje la naturaleza de la poesía misma, esto es, que crezca en medio de las adversidades. Ya había dicho al principio que era loable y aventurero mantener una empresa que apoyara ese fenómeno tan borroso como lo es el hecho poético, pero que apoye la producción lírica, antilírica, experimental, entre tantas disimiles maneras de hacer poesía nacional es aún más admirable. Cómo no agradecer a tantas personas visibles o discretas que permiten este regalo 159 con sus aciertos y carencias pero que seguramente nos seguirá generando momentos de estupor, gratitud y absoluto asombro porque sí bien es un material para el deleite a la par es una invitación a pensar, a ejercitar la inteligencia, a dialogar con nuestra historia colectiva bajo otras perspectivas, conversar con realidades distintas o mundos propios y, sobre todo, con nosotros mismos como parte del arduo y necesario camino de conocerse a sí mismo. Cómo no celebrar este sostenido movimiento de resistencia ante una realidad más bien descompuesta pero por lo mismo promotora de cambios profundos, hay que festejar está interrogación sobre la supuesta muerte de la poesía especialmente la ocurrida en Venezuela, hay que conmemorar, pues estos sonoros 43 años que llevan la contraria siendo ejemplo de trabajo y disciplina para ayudar a mantener una tradición y una lengua viva, permitiendo un espacio heterogéneo, de diálogo, de puentes, un espacio que intenta con acierto la unión y no la uniformización. ¡Salud!


No hay comentarios.:

Publicar un comentario