martes, 17 de febrero de 2015

Jorge Vessel en su isla

El primer poema del libro Pájaro de cuero negro Poemas de Islandia Gadzeg (Caracas: Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, 2004) de Jorge Vessel es fundacional, nombra a otro mundo y lo pone en movimiento, el autor sabe que la creación poética implica rebeldía, comulgar con una violencia que ataque el lenguaje y llegue a tensarlo hasta que traspase sus limites utilitarios, sus más cercanos referentes. Lo indecible se habla en ese idioma. Lo que se esconde tras las máscaras que ven los sentidos se vislumbra por medio de un lenguaje alterado de su cotidianidad. Entre los efectos de ese trastorno entre significados y palabras cuenta el de enrarecer los nombres y por extensión el mundo para que emerja otro cosmos, pero sin romper lazos definitivos con aquel universo que se hunde en la bruma de un lenguaje otro. Bajo este horizonte inicia Vessel Pájaro de cuero negro…
Génesis
El día en que nací
el cielo cayó roto
sobre la tierra helada

el viento reto al mar
y la marea estalló en olas

la herida del volcán
sangró roja y ardiente
los manantiales hirvieron
en la boca de las piedras

el día que nací
una isla nueva
emergió del fiero azul” (p. 5)

Vessel nos trae una realidad ancestral y vecina a un tiempo sobre la cual opera, el cimiento donde se asienta una temática que no rehúsa las constantes preocupaciones de la poesía, por ejemplo, el eterno motivo y motor del mundo “el amor llegará / para convertir / esta tela en araña” (p. 11). Funda otro universo, se va a otro escenario, pero las carencias, angustias o alegrías pertenecen a una realidad más repetida y nombrada a diario. En la esencia de cualquier mundo está la naturaleza humana, sus vaivenes y contradicciones. El libro en su totalidad condensa ambos mundos de manera armónica en un nuevo cuerpo, bajo un inédito aire “En una mano llevo la isla / en la otra, un pájaro de cuero negro” (p. 8).
El hablante poético usa un tono intuitivo, vislumbra su origen y también su destino, va de su nacimiento hasta un punto que puede emparentarse a uno de los títulos de sus textos: “adiós a la isla”. En cierto sentido es un libro que obedece a cierta linealidad, de un punto de partida a una meta, pero como todo viaje en su camino hay pequeñas historias que quieren ser vistas “El día señalado / me vestí de sangre / y sembré la noche roja / en sus corazones” (p. 23).    
El libro gira en torno a una imagen: una nueva isla, un solitario pedazo de tierra que emerge cuando la voz poética se vislumbra a si misma en medio de un mar oscuro. Es un producto insular en distintas versiones, la voz que lo nombra y la imagen total que se deja colocar las palabras del poeta, de allí que también lo acompañe voces de otras islas: Pizarnik, Plath, Lispector, entre otras que tiene cabida en este universo donde “Pronto pondré los pies / en la tierra / y abriré el aire / con el llanto de mi flauta” (p. 6). Es la tierra que celebra la lógica de la imaginación, los sonidos de las visiones abordados bajo un lenguaje mesurado, de estructura tradicional, alejadas de quiebres lingüísticos o experimentos en ámbitos sintácticos. Desde luego el lenguaje anda estremecido por aquello que quiere contar, un temblor traducido en crear imágenes   y enlazarlas con música. A la par que aparece otro mundo que el hablante poético hace visible se erige un lenguaje cargado de imágenes, como un árbol y sus visibles y vivos productos. En última instancia, es parte del sentido de pintar otra tierra hacer visible sus árboles, sus sombras y sus frutos.

Guerrera

Pensaron que escupiría fuego
y soplaría las cenizas de mi cadáver
Que mis montañas y volcanes
dormirían por su conquista

El día señalado
me vestí de sangre
y sembré la noche roja
en sus corazones

Tomé las armas divinas
que el Padre había dispuesto
y los esperé tras el valle
cuando la luna se apagó

Que sepan que fue esta mujer
quien los envió a las hijas de Ran
Que sepan que fui yo
quien los condenó a la errancia
----------------------------------------------------------
Sé lo que hacen   
los chicos
cuando el sol tropieza la cortina
y las luces bajan lentas
            tortugas celestes
cuando el silencio estorba
en la habitación
y los muros despliegan
sus bocas gigantes

Ellos entierran máscaras
en las sombras
abren los brazos conteniendo
el tesoro
que brilla en la carne
que arde bajo la ropa

Piden un deseo
y pasan el seguro de la puerta
ocultos
a salvo
de la noche pelirroja

Ellos lamen sus heridas
            drenan la sangre

            hacen oficio de su libertad        

No hay comentarios.:

Publicar un comentario