Chema Madoz |
¿Romperás
esta página?
Tu cara mancha la página.
Las palabras son sombras.
Lo que dices
ya lo han dicho tus propios
huesos
y las hormigas vaciándote en
la yerba.
Jardín: osario
Insectos: palabras.
Escribes sobre espejos.
Escribes para borrar lo que
has escrito.
Escribes para borrar el rostro
que te mira.
Máscara y descaro: no tienes
nombre,
mengano/zutano/fulano.
La
página se llenará
Llueve.
Me siento a escribir y digo la
página se llenará.
Se acumulará –oscura,
resonante- en la porosidad de una
piedra en un charco azotado
por larvas glotonas en la mano
que vuelve a brillar apestando
en un pozo.
La página se llenará. Habrá algo
que decir (¿sobre
la urgencia de decir o la
impotencia de decir?) y lo dicho
pesará como agua deslizándose.
La superficie basta. Basta
derramarse / desparr / amarse.
Que la superficie provoque
risas, iras, tartamudeos,
silencios, exclamaciones, gritos,
lamentos. Que la página diga
lo que tengo o no tengo que
decir y ése será mi texto, mi
pretexto. Un truco: el
prestidigitador te saca las
palabras de la boca, de la
ingle, de la axila; si te
toca, hablas; donde te toca,
hablas; te saca los huesos y
muestras cuatro urgentes
colmillos, ladras, te devora;
te tira la frase y escondes
la mano; te insulta y no
comprendes; te llama y no reconoces
tu nombre; te estira la lengua
y hablas por los codos que
caen sobre la mesa, junto a la
máquina, aguantando un cráneo
de repente clavado en el palo
asqueroso, trofeo de alguna
minuciosa destrucción, inútil,
vacío, y así vuelves a
embestir con pelos y párpados,
gestos, mejillas. Frases/
disfraces. Obras/ borras /
sobras. La página se llena, te
suelta; tú te levantas, la
rechazas. Palimpsesto y simetría.
Porque no hay desnudez en las
superficies esparcidas hay desnudez en
las superficies abiertas,
acumuladas. Etc. ¿Basta derramarse?
¿Basta derramarse? Cada afirmación,
otra duda. Cada
instante se disuelve en otro
instante; cada frase que no
termina, en otra frase que
tampoco terminará. Cada disfraz,
otro disfraz. Cada verdad,
otra mentira. Ya no soy yo/
yo no soy ya/ yo ya no soy.
Genuflexión
doble
I
Ya nada queda sino eso: una
ruina de carne
respirando contra el polvo. Pequeña
esponja, lombriz
estrujada por un niño. Pasta,
peste. Menos, quizá
menos. Allí la voz cría
cuervos y nos hace hablar
por los ojos, por los codos,
por los labios mismos.
Es el cuerpo, regado en tu
presencia. Lo que queda,
lo que niegas.
II
Entierras a los muertos de
rodillas. Colocas
al héroe en su estatua de
rodillas. Amas arrodillado
contra esa fiebre que a ratos
acosa. Te arrodillas
al hablar, golpeando la pobre
lengua como un badajo.
Te arrodillas al vencer para
no dejar de ser el
Vencido.
El cuerpo te queda mal. Es incómodo,
como
buen reclinatorio.
Tú eres bueno, en fin. Yo no
lo niego.
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