En La academia de Piatock (Caracas: el
perro y la rana, 2008) del poeta Alberto Szpunberg se reúnen un grupo de voces
en apariencia dispares: el poeta, el músico, Reb Arieh Leib ben Naftule, Don
nadie, Reb Abraham ben Arieh Leib, el mudo, el caballo de Piatock, el
gramático, el tendero, el alquimista, entre otros tantos que conforman la gran
variedad de personajes que entre sí van alzando la arquitectura de este
poemario. Sin embargo, a pesar de distinguir cada personaje y los contornos de
estas voces paralelas no existe una rigurosa separación entre cada texto.
Ocurre lo contrario, un poema envía al otro, cada texto tiene un pie en el
poema predecesor, consiguen ahí su motivo. Esta forma de composición crea en el
poemario una suerte de continuidad por la relación entre los textos, un
encadenamiento capaz de formar diálogos entre poemas, es decir entre las
visones e impresiones de los personajes, pues motivos en los inicios del libro
aparecen más tarde con un sentido distinto, algunas veces contradictorio, en
otras ocasiones reaparecen personajes para retomar alguna “anécdota”
desarrollada con anterioridad, o simplemente para refutarla, pero siempre con la reiteración de la voz de
Piatock quién abre el poemario de la siguiente manera y que a lo largo del
poemario va insistir en el primer verso:
“
Yo, Piatock, vi muchas cosas en mi vida:
en
vísperas del día más terrible de todos los días, asistí al
parto
de un cordero de dos cabezas:
con
la una asentía, con la otra negaba, pero en sus cuatro
ojos
brillaba
la
misma única mirada de los que de una u otra forma van a
morir.
Yo
sentí que los cuatros ojos me miraban
y
aún humedece mis ojos la misma única mirada.” (p.3)
El
autor postula un lenguaje libre del abuso de figuras retóricas y se acerca más al
plano conversacional, sin olvidarse del matiz especial que le genera el extrañamiento
a la escena o de lo que se acerca al incidente, dándole, por tal naturaleza,
cierta fluidez a los textos que por lo general son de largo aliento. Huye de
las alteraciones a nivel sintáctico y de los rigores del experimento, aunque
cada poema en su totalidad es un tanteo dentro del gran experimento que es el libro
como unidad. Por los efectos de su construcción la obra acepta y recrea una
fascinación por el mundo en el orden intelectual, lo cual, a pesar de este
aspecto, no deja de lado el yo confesional y aullante, pero sí recorre las
páginas con menos énfasis.
EL
CABALISTA ANDANTE DESCIFRA LA PIEDRA DE LA LOCURA
“A
veces, incluso en medio de una mirada, tropiezo de
golpe
con la palabra piedra y me desvío dos sílabas del
camino: la erre es pétrea, y si no fuese por
la tibieza de
la
mano que escribe suave musgo, oh, suave musgo
entre
las gritas de la piedras, el desconcierto del
corazón
sería suficiente como para perderme en la
locura:
entonces me inclino y cierro los ojos y aun algo
de
piedad siempre se encuentra entre las sílabas más
duras,
y es más lapidaria la escondida mano que escribe
la
palabra piedra que el que la arroja, especialmente si
lo
hace al centro infinito del agua, para que las ondas se
extiendan
y desborde de una vez por todas la fuente
de
las lágrimas.” (p.59)
Pero
la realidad que atiende no sólo es el lenguaje y su maleable sustancia ya que
el rango estético de la obra acata con discreción el panorama político y
social, los recuerdos nacidos de ese escenario, la fisura que dejan ciertos
eventos, la militancia, la historia teñida de llanto y preguntas, sobre todo
para la nación Argentina en la década del setenta y la expansión de errores
pasados que se presentan como testimonio y denuncia en contra del olvido. En
fin, pese a la vaga certeza de episodios históricos donde la realidad supera el
símbolo también como compensación y como virtud en este libro las imágenes por
sus maneras están orientadas a descubrir un cosmos inédito que celebra romper
con los esquemas tópicos de la poesía dándole un signo distintivo.
EL
CABALISTA DE LA SUBLIME ALARMA CONVOCA
A LOS 36 JUSTOS
En
definitiva, más allá de las contingencia personales,
untarse
–aunque sea con manteca- es sobre todo la u,
que
siempre es oscura turba taciturna y nocturna, y
piedra
es la drástica práctica tétrica dialéctica sílaba que
remata
la palabra piedra, pero yo, que nunca unté a
nadie
ni tropecé jamás con ninguna palabra ,salvo
conmigo
mismo, yo soy, como todos, la palabra misma,
tan
a menos venida últimamente por el asco, los gritos,
las
toses, los misiles, los vómitos, las órdenes, aunque
salvada
en un suspiro libera del pánico la sílaba pan y
crujiente
la expone a la asamblea:
Primer
versículo: proletarios del mundo, ¿cómo serán
canto
del cantar de los cantares las palabras rosa
entre
los espinos sin pétalos ni abejas ni tallo ni aroma
ni
Amada que huele a su Amado ni alma que habla la
palabra
que ama?
Segundo
versículo: el día más terrible de los días, un 24 de
marzo
de 1976, por ejemplo, ¿cómo ayunar se la palabra
pan
tiene una sílaba menos que la palabra hambre y que
la
palabra piedra y si la sola sílaba que podría llenar
tanto
vacío es 30.000 veces innombrable?
Tercer
versículo y ya termino: ¿qué hacer de nosotros una
vez
que la palabra promesa ya ha sido pronunciada y
hace
tanto que esperamos?
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