Desde
el año 1999 la artista Antonieta Sosa
ha desarrollado en varias ocasiones el perfomance Tejido amarillo, azul y rojo al infinito. Valiéndose del tejido la
artista entra en un reino cauteloso, reservado y reiterativo para crear una
larga bandera venezolana. En una de esas versiones del perfomance, junto a
María Elena Ramos mantuvieron el ritual del tejido durante ocho horas con un
sentido más próximo a la oración, apuntando a una escena cercana a la
conformada por el diálogo interno y el
rosario en mano, en medio de un contexto enmarcado por la crisis del hecho
político y, por extensión, de lo social.
La
acción de Sosa es entregarse y hermanarse con la energía en su estado positivo,
en tanto se retira al margen de los esperados discursos extremos y violentos tan típicos del contexto y calcados en
distintas expresiones ya sean artísticas o lejos de ellas. La acción propone
por un rato retirarse del vertiginoso discurso racional y defensivo, envolverse
en el silencio y entregarse, por medio del acto de tejer, al diálogo introspectivo,
a la necesaria charla con Dios, el universo, la vida o cualquier ente supremo e
inabarcable que atienda estas oraciones empujada, sobre todo, por una estación
que no deja afuera el horizonte caótico, el odio o la voz del miedo.
Desde
su individualidad la artista construye un espacio destinado a los buenos
deseos, al dar y esparcir las invisibles semillas que conlleven un panorama
menos agobiante. En este sentido, la obra se justifica al ser portavoz de un
deseo colectivo y una respuesta ante un ambiente nebuloso y complejo donde las
emociones gobiernan gran parte del público venezolano.
Por tal razón, la obra milita en el
campo de los deseos e importa en medida que se opone a extender la palabra
llena de miedo, angustia o rencor. El evento se resiste al movimiento físico y
evidente porque crea movimiento en otro niveles a través de las manos del
silencio y la fuerza de la mente, lo que conlleva a que desborde la lógica y la
mirada práctica como cualquier ritual y trance afuera de los hábitos y
costumbres sociales. Su naturaleza esta dada a olvidar lo aprendido y solo dar,
sin la razón de intermediaria. Si bien representa los colores patrios, tan
apegados actualmente, con ellos también se crea un símbolo, la idea de tejer
pacientemente un país, algo que no le corresponde solo a un grupo minúsculo.
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