Del
cuerpo sale su música; voces, silbidos, gritos, aplausos, zapateos, soplidos,
golpes. El instrumento es el cuerpo. Así
es el corazón de la propuesta de Barbatuques
descubierta en su primera producción y solidificada en su segundo disco “O
seguinte é ese” (2005). En ambos trabajos la diferencia es de grado no de
esencia, lo cual afirma una forma de hacer música inconfundible e insular. En
esta segunda entrega se respira ritmo y ambientación, una cruzada sonora que va
desde activos trabajos de percusión hasta ritmos hermanados a voces rituales.
En conjunto, son temas heterogéneos donde hay confluencia de sonidos africanos,
brasileros, cubanos e indígenas entre otros, pero con un mismo núcleo, bajo una
inequívoca modalidad.
A
Barbatuques le preocupa los sentidos dentro de la arquitectura de su creación y
de aquellos que se detienen a escucharla, una inquietud para nada egoísta, pues
sus puestas en escena buscan activar no sólo el oído en el espectador sino también
su campo visual, incluso su participación con su propio instrumento, su cuerpo.
Nos recuerda que cada persona tiene una peculiar afinación, un timbre
distintivo y lo demuestran ellos quince conectados y complementos, formando un
todo rítmico, armónico.
Esta
música es arte para un cuerpo despierto donde los elementos externos, tan
acostumbrados al espectáculo sonoro, resbalan y son innecesarios ante un
trabajo que postula al cuerpo como vía a la canción, puente expresivo y
comunicativo como solía ser en tiempo pasado. La idea de música se modifica
junto a la noción del cuerpo, ahora como lenguaje rítmico, como un instrumento
sonoro completo. En “O seguinte é ese” se hace más visible las inagotables
posibilidades de la economía de recursos, tornándose la contrapartida ante el
mar de excusas que intentan interponerse al momento de hacer arte, música,
sonido vivos. Barbatuques, así, recobra una lengua, un idioma propio y
olvidado.
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