Cuando el gato se va los ratones
hacen fiesta, dice el refrán, pero si uno es el que sale, la luz que entra por
la ventana de la casa y los objetos que nos miran diariamente hacen fiesta. Es
natural pensar, dice uno, que parte del desorden típico de la habitación al
momento de retornar al hogar sea uno de los juegos de la luz del día, la
soledad de la arquitectura y el aburrimiento de los objetos “inanimados”. Es su
forma de hablar, de llamar la atención. Tendríamos que hablarles más seguido
como modo preventivo y ejercicio afectivo a estos testigos más cercanos. En eso se fijó Sarah Wickens y lo plasmó en su cortometraje What Light (2009). Wickens también sabe que todo es culpa del sol,
que es luz, que es vida.
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