«sólo cuando estemos en lo real
absoluto el arte no será más necesario»
Piet Mondrian
La
primera vez que vi una obra del pintor ruso Wasily
Kandinsky (Moscú, 1866 - Neuilly-Seine, 1944) me quedé entre el asombro y
el desconocimiento. Estudiaba Historia del Arte y en aquel salón oscuro
proyectaban una imagen que se me tornaba más sombría e inaccesible que la
iluminación del aula. La profesora exigía de nosotros comentarios y reacciones,
pero yo sólo veía manchas, colores y líneas inconexas, sin ningún tipo de
sentido, sin referente a donde asirse, carente de cualquier emotividad. No dije
nada, no la entendía. De Kandinsky supe que era el padre del Arte Abstracto en una de sus
ramificaciones la Abstracción Lírica,
un melómano que desembocaba en la ambición de pintar la música y que había
escrito el citadísimo libro: De lo
espiritual en el arte (1910), texto compañía durante un buen tiempo
ensanchando mi campo visual y, sobre todo, dándome pistas para entender ese
tipo de pinturas.
Gracias
a ese episodio y movido por la curiosidad y ansias de respuestas miré un poco
más atrás y vislumbré las propuestas predecesoras al abstraccionismo: el Arte Simbolista cuyos ejecutores creían
(a mediados del siglo XIX, en Francia) que las formas en la pintura debían ser
significativas, no en virtud de su correspondencia al mundo, sino según el
lugar y función que cumple dentro de la composición. Un proyecto estético que
me invitó a seguir mirando un poco más atrás para entender de dónde provenían
esas ideas, cuáles eran las fuentes de las que bebían estos artistas que se
inclinaban a separarse del mundo sensible.
Todo
ese afán de respuesta me llevó a reconocer que el movimiento abstracto, en
rigor, era una novedad para el mundo occidental, pues como forma de
representación se venía ejecutando hace mucho tiempo y un ejemplo vasto e
importantísimo de ello lo daba el Arte
Islámico o Musulmán. Lo que
muchos interesados en la abstracción hicieron fue asomarse fuera de occidente,
revisitar propuestas de un arte bajo otra concepción y quizás comprender los
móviles del mismo.
Abstraer
es simplificar una realidad, separar y destacar ciertos aspectos o propiedades
de un objeto, como medio para explicarlo o entenderlo mejor. Llegar a lo
esencial. Kandinsky tomaba como ejemplo la música que siendo totalmente
abstracta es el arte que más llega y conmueve, eleva y transforma. Efecto
conseguido por centrarse en las honduras del alma, mirando hacia adentro y
dejando de lado la apariencia, las máscaras tan proclives al engaño y lo
transitorio. Es posible que la primera guerra mundial haya contribuido a ese
giro de vista hacia la interioridad en lugar de centrarse en el cataclismo
exterior, pero también el hecho de mirar un mundo otro que venía trabajando en
sus necesidades expresivas ya fuera en África, América o el mundo árabe. Seguir
ese ejemplo y esa ruta para comprender lo real también lo hicieron otros autores
capitales Piet Mondrian (Amersfoort,
1872 - Nueva York, 1944) con su Abstracción
Geométrica y el ruso Kazimir Malèvich
(1878 - 1935) con el Suprematismo, empeñados
en buscar una realidad más pura, profunda y universal. Artistas que abrían un
camino inédito dentro de la Historia del Arte hermanados por querer plasmar lo
autentico, oculto tras la fachada y motivados en parte por la influencia de la
mirada teosófica y por otro lado al querer reafirmar visualmente las leyes del
universo, la arquitectura total creada por Dios.
Pero
querer representar una realidad más allá, la esencial, no es un proceso exclusivo
de estos artistas europeos representantes del arte moderno de principio del
siglo XX. Como ya dije arriba el Arte
Islámico no sólo es tradición en esa senda sino fuente de referencia en sus
pinturas, arquitecturas y hasta caligrafías, sobre todo en sus estilos más
representativos: el aniconismo, la estilización, el arabesco, el azulejo, la
decoración vegetal y la decoración caligráfica.
Inscripciones decorativas en en el palacio del Generalife |
Lo
que a primera vista veía como decoración en los templos y en objetos cambió de
significado, lo mismo que ver el mundo. Los artistas musulmanes al igual que
los pintores vanguardistas ya citados se centraban en preceptos divinos para
desarrollar un lenguaje pictórico. Para nadie es un secreto que somos animales
adoradores de imágenes, El Corán como todo texto guía recalca esa naturaleza y
por lo mismo critica la representación de la naturaleza. No se condena el arte,
se desaprueba uno de sus efectos: la idolatría.
azulejo en la Alhambra |
La
teología del Islam y la devoción determinan la forma expresiva, es decir, se
desarrolla un arte centrado y concentrado. Subraya el cosmos creado por Dios:
ordenado, simétrico y armonioso. Se recrea la gran obra y se habla de la parte
lumínica, la que vale la pena y hay que propagar. Paradójicamente la libertad
se consigue con fronteras bien perfiladas y el testimonio pintado o edificado
es eterno y universal porque el soporte y el móvil es la inspiración divina. Es
una cosmogonía hecha manifestación artística declarando que aquel que se apoye
en el altísimo podrá ver la armonía y equilibrio de las formas, puede ver más
allá de sus límites sensibles.
Salón del trono de la Alhambra |
Los
Sufíes, místicos del mundo musulmán, al igual que sus hermanos en otras
tradiciones religiosas siempre han recalcado la imposibilidad o la falta de
palabras para describir el especial contacto con el infinito, el absoluto, con
Dios. Usar el lenguaje diario y común sería erróneo, buscar una imagen mundana
una descripción tosca e incompleta. La abstracción pictórica lo mismo que la
poesía y la música al forzar el lenguaje lejos de sus límites forma una vía
posible para relatar esa reunión entre el cielo y la tierra y así abolir la
nostalgia de un mundo al que se pertenece íntegramente. Desde el punto de vista
teológico y doctrinario es una expulsión o caída, desde la perspectiva humana
un recuerdo y una necesidad.
En
otras palabras, la crónica que hace el arte visual musulmán, al igual que las
otras manifestaciones creativas, es reconocer los atributos de Dios en este
mundo. Para ello hay que estar atentos, despiertos, como también lo han
enseñado artistas que no tienen nada que ver con el ámbito islámico pero que
poseen necesidades afines como la de retener en este mundo efímero y confuso la
claridad y eternidad de una potencia más alta. También puede ser visto como una
faceta de la adoración a Dios, una apuesta por lo permanente que deviene
sentido y con ello encontrar la paz anhelada. Ya lo decía William Blake “Allí
donde otros ven únicamente el crepúsculo descender sobre la montaña, veo yo
retozar de alegría a los hijos de Dios”. Un fenómeno natural que a primera
vista está hecho de colores y líneas, pero que el arte musulmán enseñó a los
practicantes de la abstracción y de ellos a nosotros a ver el mundo con otros
ojos. Siendo así es posible que ver la cúpula del Salón del Trono de La
Alhambra sea un crepúsculo perenne que hace elevar la vista.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario