lunes, 15 de diciembre de 2014

Arte Islámico: entre el cielo y la tierra


«sólo cuando estemos en lo real absoluto el arte no será más necesario»
Piet Mondrian

La primera vez que vi una obra del pintor ruso Wasily Kandinsky (Moscú, 1866 - Neuilly-Seine, 1944) me quedé entre el asombro y el desconocimiento. Estudiaba Historia del Arte y en aquel salón oscuro proyectaban una imagen que se me tornaba más sombría e inaccesible que la iluminación del aula. La profesora exigía de nosotros comentarios y reacciones, pero yo sólo veía manchas, colores y líneas inconexas, sin ningún tipo de sentido, sin referente a donde asirse, carente de cualquier emotividad. No dije nada, no la entendía. De Kandinsky supe que era el padre del Arte Abstracto en una de sus ramificaciones la Abstracción Lírica, un melómano que desembocaba en la ambición de pintar la música y que había escrito el citadísimo libro: De lo espiritual en el arte (1910), texto compañía durante un buen tiempo ensanchando mi campo visual y, sobre todo, dándome pistas para entender ese tipo de pinturas.

Gracias a ese episodio y movido por la curiosidad y ansias de respuestas miré un poco más atrás y vislumbré las propuestas predecesoras al abstraccionismo: el Arte Simbolista cuyos ejecutores creían (a mediados del siglo XIX, en Francia) que las formas en la pintura debían ser significativas, no en virtud de su correspondencia al mundo, sino según el lugar y función que cumple dentro de la composición. Un proyecto estético que me invitó a seguir mirando un poco más atrás para entender de dónde provenían esas ideas, cuáles eran las fuentes de las que bebían estos artistas que se inclinaban a separarse del mundo sensible.
Todo ese afán de respuesta me llevó a reconocer que el movimiento abstracto, en rigor, era una novedad para el mundo occidental, pues como forma de representación se venía ejecutando hace mucho tiempo y un ejemplo vasto e importantísimo de ello lo daba el Arte Islámico o Musulmán. Lo que muchos interesados en la abstracción hicieron fue asomarse fuera de occidente, revisitar propuestas de un arte bajo otra concepción y quizás comprender los móviles del mismo.

Abstraer es simplificar una realidad, separar y destacar ciertos aspectos o propiedades de un objeto, como medio para explicarlo o entenderlo mejor. Llegar a lo esencial. Kandinsky tomaba como ejemplo la música que siendo totalmente abstracta es el arte que más llega y conmueve, eleva y transforma. Efecto conseguido por centrarse en las honduras del alma, mirando hacia adentro y dejando de lado la apariencia, las máscaras tan proclives al engaño y lo transitorio. Es posible que la primera guerra mundial haya contribuido a ese giro de vista hacia la interioridad en lugar de centrarse en el cataclismo exterior, pero también el hecho de mirar un mundo otro que venía trabajando en sus necesidades expresivas ya fuera en África, América o el mundo árabe. Seguir ese ejemplo y esa ruta para comprender lo real también lo hicieron otros autores capitales Piet Mondrian (Amersfoort, 1872 - Nueva York, 1944) con su Abstracción Geométrica y el ruso Kazimir Malèvich (1878 - 1935) con el Suprematismo, empeñados en buscar una realidad más pura, profunda y universal. Artistas que abrían un camino inédito dentro de la Historia del Arte hermanados por querer plasmar lo autentico, oculto tras la fachada y motivados en parte por la influencia de la mirada teosófica y por otro lado al querer reafirmar visualmente las leyes del universo, la arquitectura total creada por Dios.

Pero querer representar una realidad más allá, la esencial, no es un proceso exclusivo de estos artistas europeos representantes del arte moderno de principio del siglo XX. Como ya dije arriba el Arte Islámico no sólo es tradición en esa senda sino fuente de referencia en sus pinturas, arquitecturas y hasta caligrafías, sobre todo en sus estilos más representativos: el aniconismo, la estilización, el arabesco, el azulejo, la decoración vegetal y la decoración caligráfica.
Inscripciones decorativas en en el palacio del Generalife


Lo que a primera vista veía como decoración en los templos y en objetos cambió de significado, lo mismo que ver el mundo. Los artistas musulmanes al igual que los pintores vanguardistas ya citados se centraban en preceptos divinos para desarrollar un lenguaje pictórico. Para nadie es un secreto que somos animales adoradores de imágenes, El Corán como todo texto guía recalca esa naturaleza y por lo mismo critica la representación de la naturaleza. No se condena el arte, se desaprueba uno de sus efectos: la idolatría.
azulejo en la Alhambra

La teología del Islam y la devoción determinan la forma expresiva, es decir, se desarrolla un arte centrado y concentrado. Subraya el cosmos creado por Dios: ordenado, simétrico y armonioso. Se recrea la gran obra y se habla de la parte lumínica, la que vale la pena y hay que propagar. Paradójicamente la libertad se consigue con fronteras bien perfiladas y el testimonio pintado o edificado es eterno y universal porque el soporte y el móvil es la inspiración divina. Es una cosmogonía hecha manifestación artística declarando que aquel que se apoye en el altísimo podrá ver la armonía y equilibrio de las formas, puede ver más allá de sus límites sensibles.   
Salón del trono de la Alhambra 

Los Sufíes, místicos del mundo musulmán, al igual que sus hermanos en otras tradiciones religiosas siempre han recalcado la imposibilidad o la falta de palabras para describir el especial contacto con el infinito, el absoluto, con Dios. Usar el lenguaje diario y común sería erróneo, buscar una imagen mundana una descripción tosca e incompleta. La abstracción pictórica lo mismo que la poesía y la música al forzar el lenguaje lejos de sus límites forma una vía posible para relatar esa reunión entre el cielo y la tierra y así abolir la nostalgia de un mundo al que se pertenece íntegramente. Desde el punto de vista teológico y doctrinario es una expulsión o caída, desde la perspectiva humana un recuerdo y una necesidad.

En otras palabras, la crónica que hace el arte visual musulmán, al igual que las otras manifestaciones creativas, es reconocer los atributos de Dios en este mundo. Para ello hay que estar atentos, despiertos, como también lo han enseñado artistas que no tienen nada que ver con el ámbito islámico pero que poseen necesidades afines como la de retener en este mundo efímero y confuso la claridad y eternidad de una potencia más alta. También puede ser visto como una faceta de la adoración a Dios, una apuesta por lo permanente que deviene sentido y con ello encontrar la paz anhelada. Ya lo decía William Blake “Allí donde otros ven únicamente el crepúsculo descender sobre la montaña, veo yo retozar de alegría a los hijos de Dios”. Un fenómeno natural que a primera vista está hecho de colores y líneas, pero que el arte musulmán enseñó a los practicantes de la abstracción y de ellos a nosotros a ver el mundo con otros ojos. Siendo así es posible que ver la cúpula del Salón del Trono de La Alhambra sea un crepúsculo perenne que hace elevar la vista.     


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