domingo, 18 de enero de 2015

Alberto Szpunberg: La academia de Piatock


En La academia de Piatock (Caracas: el perro y la rana, 2008) del poeta Alberto Szpunberg se reúnen un grupo de voces en apariencia dispares: el poeta, el músico, Reb Arieh Leib ben Naftule, Don nadie, Reb Abraham ben Arieh Leib, el mudo, el caballo de Piatock, el gramático, el tendero, el alquimista, entre otros tantos que conforman la gran variedad de personajes que entre sí van alzando la arquitectura de este poemario. Sin embargo, a pesar de distinguir cada personaje y los contornos de estas voces paralelas no existe una rigurosa separación entre cada texto. Ocurre lo contrario, un poema envía al otro, cada texto tiene un pie en el poema predecesor, consiguen ahí su motivo. Esta forma de composición crea en el poemario una suerte de continuidad por la relación entre los textos, un encadenamiento capaz de formar diálogos entre poemas, es decir entre las visones e impresiones de los personajes, pues motivos en los inicios del libro aparecen más tarde con un sentido distinto, algunas veces contradictorio, en otras ocasiones reaparecen personajes para retomar alguna “anécdota” desarrollada con anterioridad, o simplemente para refutarla,  pero siempre con la reiteración de la voz de Piatock quién abre el poemario de la siguiente manera y que a lo largo del poemario va insistir en el primer verso:

“ Yo, Piatock, vi muchas cosas en mi vida:

en vísperas del día más terrible de todos los días, asistí al
parto de un cordero de dos cabezas:
con la una asentía, con la otra negaba, pero en sus cuatro
ojos brillaba
la misma única mirada de los que de una u otra forma van a
morir.

Yo sentí que los cuatros ojos me miraban
y aún humedece mis ojos la misma única mirada.” (p.3)

El autor postula un lenguaje libre del abuso de figuras retóricas y se acerca más al plano conversacional, sin olvidarse del matiz especial que le genera el extrañamiento a la escena o de lo que se acerca al incidente, dándole, por tal naturaleza, cierta fluidez a los textos que por lo general son de largo aliento. Huye de las alteraciones a nivel sintáctico y de los rigores del experimento, aunque cada poema en su totalidad es un tanteo dentro del gran experimento que es el libro como unidad. Por los efectos de su construcción la obra acepta y recrea una fascinación por el mundo en el orden intelectual, lo cual, a pesar de este aspecto, no deja de lado el yo confesional y aullante, pero sí recorre las páginas con menos énfasis.
EL CABALISTA ANDANTE DESCIFRA LA PIEDRA DE LA LOCURA
“A veces, incluso en medio de una mirada, tropiezo de
golpe con la palabra piedra y me desvío dos sílabas del
 camino: la erre es pétrea, y si no fuese por la tibieza de
la mano que escribe suave musgo, oh, suave musgo
entre las gritas de la piedras, el desconcierto del
corazón sería suficiente como para perderme en la
locura: entonces me inclino y cierro los ojos y aun algo
de piedad siempre se encuentra entre las sílabas más
duras, y es más lapidaria la escondida mano que escribe
la palabra piedra que el que la arroja, especialmente si
lo hace al centro infinito del agua, para que las ondas se
extiendan y desborde de una vez por todas la fuente
de las lágrimas.” (p.59)

Pero la realidad que atiende no sólo es el lenguaje y su maleable sustancia ya que el rango estético de la obra acata con discreción el panorama político y social, los recuerdos nacidos de ese escenario, la fisura que dejan ciertos eventos, la militancia, la historia teñida de llanto y preguntas, sobre todo para la nación Argentina en la década del setenta y la expansión de errores pasados que se presentan como testimonio y denuncia en contra del olvido. En fin, pese a la vaga certeza de episodios históricos donde la realidad supera el símbolo también como compensación y como virtud en este libro las imágenes por sus maneras están orientadas a descubrir un cosmos inédito que celebra romper con los esquemas tópicos de la poesía dándole un signo distintivo.
EL CABALISTA DE LA SUBLIME ALARMA     CONVOCA A LOS 36 JUSTOS
En definitiva, más allá de las contingencia personales,
untarse –aunque sea con manteca- es sobre todo la u,
que siempre es oscura turba taciturna y nocturna, y
piedra es la drástica práctica tétrica dialéctica sílaba que
remata la palabra piedra, pero yo, que nunca unté a
nadie ni tropecé jamás con ninguna palabra ,salvo
conmigo mismo, yo soy, como todos, la palabra misma,
tan a menos venida últimamente por el asco, los gritos,
las toses, los misiles, los vómitos, las órdenes, aunque
salvada en un suspiro libera del pánico la sílaba pan y
crujiente la expone a la asamblea:

Primer versículo: proletarios del mundo, ¿cómo serán
canto del cantar de los cantares las palabras rosa
entre los espinos sin pétalos ni abejas ni tallo ni aroma
ni Amada que huele a su Amado ni alma que habla la
palabra que ama?

Segundo versículo: el día más terrible de los días, un 24 de
marzo de 1976, por ejemplo, ¿cómo ayunar se la palabra
pan tiene una sílaba menos que la palabra hambre y que
la palabra piedra y si la sola sílaba que podría llenar
tanto vacío es 30.000 veces innombrable?

Tercer versículo y ya termino: ¿qué hacer de nosotros una
vez que la palabra promesa ya ha sido pronunciada y
hace tanto que esperamos?
  

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