martes, 27 de enero de 2015

Barbatuques y su cuerpo sonoro


Del cuerpo sale su música; voces, silbidos, gritos, aplausos, zapateos, soplidos, golpes. El instrumento es el cuerpo.  Así es el corazón de la propuesta de Barbatuques descubierta en su primera producción y solidificada en su segundo disco “O seguinte é ese” (2005). En ambos trabajos la diferencia es de grado no de esencia, lo cual afirma una forma de hacer música inconfundible e insular. En esta segunda entrega se respira ritmo y ambientación, una cruzada sonora que va desde activos trabajos de percusión hasta ritmos hermanados a voces rituales. En conjunto, son temas heterogéneos donde hay confluencia de sonidos africanos, brasileros, cubanos e indígenas entre otros, pero con un mismo núcleo, bajo una inequívoca modalidad.
A Barbatuques le preocupa los sentidos dentro de la arquitectura de su creación y de aquellos que se detienen a escucharla, una inquietud para nada egoísta, pues sus puestas en escena buscan activar no sólo el oído en el espectador sino también su campo visual, incluso su participación con su propio instrumento, su cuerpo. Nos recuerda que cada persona tiene una peculiar afinación, un timbre distintivo y lo demuestran ellos quince conectados y complementos, formando un todo rítmico, armónico.  
Esta música es arte para un cuerpo despierto donde los elementos externos, tan acostumbrados al espectáculo sonoro, resbalan y son innecesarios ante un trabajo que postula al cuerpo como vía a la canción, puente expresivo y comunicativo como solía ser en tiempo pasado. La idea de música se modifica junto a la noción del cuerpo, ahora como lenguaje rítmico, como un instrumento sonoro completo. En “O seguinte é ese” se hace más visible las inagotables posibilidades de la economía de recursos, tornándose la contrapartida ante el mar de excusas que intentan interponerse al momento de hacer arte, música, sonido vivos. Barbatuques, así, recobra una lengua, un idioma propio y olvidado.   


  




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