lunes, 12 de enero de 2015

Hormigas negras: la banda de los hechos



La fotografía de arriba fue tomada un día de agosto de 2009 como a las tres de la tarde, mientras, con paso parsimonioso, me desplazaba por la Calle Florida, en Buenos Aires. Como soy melómano sacrifiqué otras actividades que tenía apuntadas en mi itinerario para el resto de la tarde y me quedé escuchando a los protagonistas de la imagen: Hormigas Negras. Aunque el contexto no era ideal, o posee una demanda menor a un auditorio o tarima, para expresarse con música, siempre he simpatizado con el gesto de aquellos que en lugar de esperar público, o aprobación de quienes emiten juicio sobre lo que es o no válido en el ámbito creativo, salen en busca de espectadores, o, al menos, a desestabilizar lo cotidiano con una expresión artística. Compartir arte en cualquiera de sus modalidades donde no se espera es un movimiento generoso y necesario en una ciudad como tantas otras que incitan a correr, sin mirar a los lados. El resultado de aquella escena cruzada con mi paseo fue comprar uno de sus discos: Viajando (2006).

La inversión en aquel trabajo sonoro fue una respuesta entusiasta a lo que había escuchado, lo que la calle enseñaba. En el disco hay, en rasgos generales, una comunión entre el Rock, el Ska, el Reggeae y la Cumbia, ritmos dispares unidos en un sonido único, voz particular del grupo, encadenado por letras que miran la realidad social. Pero su hibridez también abarca un ritmo bailable en dialogo con la denuncia, fiesta y postura política, diversión y queja al sistema, sin dejar de lado el tema amoroso en algunas de sus figuras. Es posible que esa construcción obedezca a crear una arquitectura sonora que no deje de lado los ritmos propios de sus geografías, incluso algunos del continente latinoamericano: hay una versión de Juanito Alimaña de Héctor Lavoe. Una mecánica propia de estos tiempos que desde hace rato exigen mezcla de géneros y ampliación de límites, pero, la añadidura relieve de Hormigas Negras es transmitir un mensaje quizás buscando atención en temas sociales y alejándose conscientemente de la gran masa de grupos afines en algunas características sonoras, pero con letras vacuas, ceñidas a la inmediatez o la moda.

Otro resultado de aquel primer encuentro fue una posterior queja por no adquirir el otro disco que promocionaban y también el hecho de que no podía ir al concierto que ofrecerían en la noche. En fin, quedé picado. Como buen hijo del siglo de la imagen y del imperio tecnológico busqué información sobre ellos en la web y empecé a seguirlos por Facebook. Curiosamente dos años después por medio de esta vía me entero que la banda que había visto en tierras sureñas se presentaría en mi ciudad natal: Mérida, Venezuela. Como si delante de mí viera cerrar un círculo comprendí aquello de que el mundo en realidad es un lugar muy pequeño.

Aquel segundo encuentro subrayó la estima que le tengo a la banda y adquirí otra de sus producciones: Otras Galaxias (2010) que no sólo mantienen un hilo comunicativo con su disco predecesor sino que acentúan su propuesta. Pero la sorpresa no sólo quedó ahí, luego me enteré que estaban viviendo acá, en Venezuela, en la ciudad musical de Barquisimeto, y que también difundían un proyecto audiovisual donde la banda compartía detalles de su gira y también afirmaban su postura ideológica no sólo en discurso sino, y más admirable, en actos y hechos concretos.

Sin intención de que esto parezca una apología a la llamada música comprometida o de querer contribuir al fuego de la polaridad en el país, reducido tristemente a un hecho simplista y más bien horroroso como es el juicio y odio al otro, es notable, plausible e inusual el trabajo social que la banda registra en su documental como parte de su gira suramericana. Optar por la acción en vez de la queja es una actitud agitadora. La indignación y el descontento es válido como primer momento, como recordatorio de una realidad otra, hecha de carencias y exclusión. Es bueno ver y escuchar esas crónicas que la pintura, la fotografía o la música puedan generar, pero, definitivamente, para que cambios significativos sucedan se necesita ir más allá de un discurso, sea a base de palabras, imágenes o música. Colocar el grano de arena. Hormigas Negras da ese salto, sube un escalón más. Compartir música en una comunidad campesina, mirar y registrar una perspectiva más bien olvidada es un hecho que no pasa desapercibido, un golpe al hablar por hablar, un ejemplo de humanidad y y compromiso que hace que uno se levante y aplauda.








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