jueves, 22 de enero de 2015

John Cage: el evento sin título


John Cage (1912-1992) fue uno de los artistas más importantes que tuvo la llamada Neovanguardia desarrollada en Estados Unidos durante los años cincuenta y sesenta. Sus reflexiones y consecuentes productos artísticos condujeron a Cage a una evidente separación con los postulados estéticos que se defendían para la fecha, un arte puro donde la apología por el plano y el rechazo a la ilusión eran rasgos capitales de esas premisas.  Uno de los episodios más ruidosos con respecto al silente canon del arte de aquel momento fue el primer Happenning desarrollado en el Black Mountain Collage (1952) donde Cage abría las puertas a una nueva forma de encarar el arte y, sobre todo, proyectaba rasgos del arte venidero. Recordar ese primer Happening es retomar aquellas preocupaciones de unir arte y vida y advertir un legado que aún hoy día se mueve.                                                    
“los espectadores estaban sentados en cuatro secciones triangulares isométricas, los vértices de las cuales estaban en contacto con una pequeña área cuadrada de ejecución frente a ellos […] Las actividades eran dispares, danza de Merce Cunningham, la exposición de pinturas de Rauschenberg, la lectura de poemas por Charles Olsen o los de M. Richards desde lo alto de una escalera fuera del auditorio, David Tudor tocando el piano, mi propia lectura de una conferencia que incluía silencios desde lo alto de una escalera fuera del auditorio” (Cage, 1999, p.42)

Cage buscaba hacer de arte y vida sinónimos, unidad y hermandad, por consiguiente su visión del arte incluyó una buena dosis de azar y accidentes incontrolados que son rasgos inequívocos de la vida diaria. La propuesta del artista era crear un evento con acciones espontaneas donde el artista y el público fueran parte de la obra y no hubiese ninguna forma de fisura o intermediario, es decir, desarrollar la concepción y la construcción de “obra abierta”, “obra total”. El mismo autor la explicó como “evento teatral sin trama con una actitud interdisciplinaria, espontánea, improvisada. No es un simulacro, no es teatro lo que va a suceder, es algo real en el aquí y ahora”.

Cage se vale de ciertos elementos desarrollados por los movimientos de vanguardia de principio del siglo XX para ejecutar su propuesta. Estas correspondencias las encontramos en las veladas futuristas (1910) que apostaban por el abandono del tono discursivo, la coherencia lógica y del pasado en pro del lenguaje agresivo, el gesto impactante, la paradoja, la hipérbole y la velocidad. Por otra parte, y también bajo este ánimo de ruptura, el movimiento Dadá  (1917) que enarbolaba la bandera del anti-arte hicieron de sus actos puntos de referencia para los posteriores happening donde la violencia, la estridencia, la burla y destrucción, los escándalos y rebeldía formaban una naturaleza antagónica a la razón y la tradición, junto con la presentación de varios géneros artísticos simultáneamente les permitió sentar base para un arte futuro. De la misma forma la escuela dirigida por Walter Gropius (1919) llamada la Bauhaus aparecen eventos como el Ballet Triádico de Oskar Schlemmer donde se “intenta integrar en un solo lenguaje la música, el vestuario y la danza […] se vale de técnicas cabaretescas y de music hall así como del teatro de marionetas” o el movimiento Surrealista (1924) comandado por André Bretón y su contundente negación de la lógica vendría a colación en los posteriores Happenning, permomances o arte corporal.

De igual forma la simpatía que tenía el artista por el budismo Zen quizás pueda iluminar la relación que tenía con el arte. “el sabor del Zen proviene para mí de la mezcla de humor, intransigencia y desapego. Me hace pensar en Marcel Duchamp,  aunque en su caso deberíamos añadir lo erótico” (Cage, 1999, p. 42). Despertar a la realidad por medio de la atención propone el budismo, despertar a la realidad también propuso Cage con su arte estando atento a los esquemas de la vida llenos de espontaneidad, azar y su contundente naturaleza efímera.

Como músico, Cage ya había alcanzado renombre al crear una obra sonora donde el azar de los tonos junto al ruido serán los protagonistas de sus composiciones. Esta manera de hacer música devenía de las reflexiones por parte de Cage que apuntaban hacía la “obra abierta”, es decir señalaba que la música tenia que abrirse a la vida y que el artista debía apartarse para que el azar dictara lo que se tenía que realizar. “Liberarse de la tonalidad, que había dominado la música durante siglos” y escuchar y someterse a las reglas de la vida para hacer arte con esto.


En definitiva, lo que comenzó siendo experimentos musicales, luego comportamiento personal y posteriormente experimentos con el arte dejo una huella profunda en la historia del arte occidental.  Este ejemplo de vivencia de la obra de arte la va seguir inmediatamente Allan Kaprow quién le asigna el nombre de Happening. Pero este evento daría pie a otras manifestaciones artísticas como el Fluxus (1962) cuyo propósito era integrarse en el fluir desbordado de la realidad con una despersonalización del arte y los artistas. De aquí salen artistas de la talla de George Maciunas, Benjamin Patterson, Robert Withman, Nam June Paik, Yoko Ono, Joseph Beuys, George Brecht, Bazon Brock, Jim Dine, Red Grooms, Al Hansen, Roy Lichtenstein, Youri Messen-Jaschin, Marta Minujin, Claes Oldenburg, Robert Rauschenberg, Wolf Vostell. Sin olvidar la influencia en otras latitudes como el caso de los venezolanos: Antonieta Sosa, Pedro Terán, Diego Barboza, Roberto Obregón para nombrar sólo algunos que empezaron con este nuevo arte y su particular manera de acercar la realidad a partir del quiebre de la misma. 

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