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Mi oficio: rezadora.
Mamá me sacó de adentro de un
manzano. De arriba de una manzana redonda y blanca que pendía de una rama. Yo
era oscura, tornasol. Y levantaba la pata hacia Dios. Y mamá dijo: -Ven aquí,
recitadora. Y me tomó como hija, me llevó a casa, me entregó a papá, las tías,
a la hermana y a las primas, que, al mirarme de reojo, me quisieron y hasta
enclavaron un pequeño teatro en mitad de la cocina, del comedor y de la mesa,
para que prosiguiese mis murmurio y oración. Y yo representaba a la caída de la
tarde, entre retamas, en el silencio, o sobre el almohadón de gatos.
Hoy, en mi frágil cabeza hay un
brillante. Papá ya no está.
La prima se fue lejos.
Mi hermana tiene una hija.
Mamá me mira.
Y yo,
rezo.
Extraído de: Los papeles salvajes II (1991) Montevideo: Arca ediciones.
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