sábado, 14 de febrero de 2015

El Cine Átomo

En Mérida, Venezuela, existe la iniciativa desde el año 2005 en el marco del Festival del cine venezolano de propagar y otorgarle más fuerza a un proyecto cinematográfico que busca construir  películas con los mínimos recursos en lo técnico o presupuestario. La voz central  que promueve este movimiento es el cineasta Alberto Arvelo quién enfatiza la motivación, que viene con esta propuesta, a aquellos realizadores que cuentan con lo mínimo y esencial al momento de rodar una película: una historia y una cámara. Depurar este medio del canon y el artificio al que nos hemos acostumbrado (Hollywood) es una premisa, un rasgo capital y, sobre todo, un reto. La creatividad surge entonces como la herramienta fundamental y el aporte para el séptimo arte, convirtiéndose así en una vía para llegar a la realidad, condensarla y ficcionarla en breves segundos.
Ahora bien, este proyecto ancla sus raíces en dos movimientos predecesores que dejaron obvia huella en la historia del cine. Tal es el caso de la Nouvelle Vague (Nueva ola), movimiento surgido en Francia hacia finales de la década de los 50 del siglo XX en manos de François Truffaut, Jean-Luc Godard, Jacques Rivette, Eric Rohmer y Claude Chabrol que proponían un camino distinto al que gozaba el cine de aquel país en aquella época. Esa intención se puede reducir a dos frases: libertad de expresión y libertad técnica. Con ellas retratarían la realidad, a su modo, obviamente: rodajes en exteriores e interiores naturales, con “cámara al hombro”, tomas largas, forma despreocupada y una duración de rodaje que se reduce a unas pocas semanas. La técnica perdía protagonismo, el equipo también: reducido, sin estrellas importantes y con una interpretación improvisada por actores jóvenes. El efecto más plausible de esta ola fue la consolidación de lo que se ha llamado cine  de autor y al peso artístico que tiene el medio.
Pero quizás el movimiento más próximo al perfil del cine átomo sea el Dogma 95. Un movimiento fílmico desarrollado en Dinamarca a manos de los directores Lars von Trier, Thomas Vinterberg, Kristian Levring y Soren Kragh-Jacobsen que buscaban producir películas simples sin ninguna modificación en la post-producción. Para esto se valieron del citadísimo manifiesto Voto de  castidad. Este documento dejaba claro la postura antihollywoodense y también una nueva forma de hacer cine, de reinventarlo y de resucitarlo de su letargo burgués a fin de establecer la pureza del mismo, lejos de tanto artificio que, para estos directores, estaba de sobra. Ambos movimientos, en sus debidos momentos, consiguieron las miradas y los comentarios del público y los especialistas; pero ambas se fueron desgastando por sus limitaciones dogmaticas, no sin antes demostrar lo significativo de la crítica como base y la creatividad artística como arma.

El eco de aquellas propuestas, con sus obvias y marcadas diferencias, las podemos ver en el proyecto Cine Átomo. La palabra que los une es el quiebre y la polémica uno de sus efectos. A pesar de ello, el respaldo de jóvenes realizadores se comprobó en su primera entrega (2007) pues a fin de cuentas esa es una de las metas de la propuesta: incentivar a la realización de un cine alternativo. Mirando un poco atrás, como antecedente más cercano, encontramos el ejemplo y la demostración más conocida de esta teoría  en la película Habana Havana de Alberto Arvelo, su modo de escritura concuerdan armónicamente con los postulados del cine átomo, también su área técnica: un sonidista, un director de fotografía, el director y los actores. Eso es reducir costos y conseguir cine, aunque el contenido prevalezca sobre la forma.  Algo similar sucede con la polémica película  Azotes de barrio de Jackson Gutiérrez, una producción, que acepta el calificativo de artesanal, buscando exponer el tema de la violencia en los barrios caraqueños. Es obvio que la forma tosca pierde prontitud en desmedro del contenido, que, por cierto, se esmera en ser lo más próximo a lo que conocemos como realidad. Los actores y realizadores lo constituye la misma gente de la comunidad que desconocen totalmente el mundo del cine y sus artimañas. Sin embargo, no fue obstáculo para crear una obra, para unos un bodrio, para otros un ejemplo de enviar un mensaje, sin tantas demostraciones tecnológicas y de grandes producciones, creando sobre todo comentarios y discusiones sobre el cine y sus posibilidades estéticas.

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