sábado, 14 de febrero de 2015

La acción de Rudolf Schwarzkogler




Si bien la modernidad había dado esperanza, algunas respuestas y varias promesas para un futuro enmarcado bajo la aventura, el progreso, la transformación, el crecimiento y hasta la alegría su encanto fue mermando ante la falta de hechos. Esa emancipación y bienestar al que aspiraba este proyecto fue entrando en crisis en un ambiente de posguerra que vivía Norteamérica y Europa en la década de los sesenta del siglo XX. Un ejemplo de esta crisis se reflejó considerablemente en el arte, ver como los artistas caminaban por otras sendas puede explicar este cambio de mentalidad  que los teóricos han llamado posmodernidad.

Ahora bien, la posmodernidad es un término que no sólo abarca el área artística, sino que también se extiende al ámbito literario, filosófico y cultural en general. Todos estos sectores se unen por medio de aquella idea basada en el fracaso de la modernidad y en su intento de renovación radical de muchas áreas de la sociedad.

Teóricamente la etapa posmoderna posee diversidad de miradas, de allí que no exista un sólo concepto que la defina o la límite. Sin embargo, por medio de rasgos o características recurrentes se puede construir el cuerpo posmoderno en su generalidad. En este sentido, podemos mencionar pistas para su dibujo como el desencanto del proyecto moderno; aunque este punto tampoco abarca un rechazo total sino una continuidad “Con seguridad forma parte de lo moderno […] no es el fin del modernismo sino su estado naciente, y ese estado es constante” (Lyotard,  p. 23). También lo podemos ubicar por su contexto, dentro de la sociedad postindustrial   desarrollada en países con capitalismo avanzado donde la tecnología es pieza fundamental de la sociedad y el consumo un rasgo evidente. Asimismo coloca en tela de juicio aquella forma de pensar evolutiva; es decir aquella apuesta sólo por la innovación y el rechazo a lo tradicional. Quizá la frase más adecuada para esto sea la muerte de los metarrelatos:

son aquellos que han marcado la modernidad: emancipación progresiva de la razón y de la libertad, emancipación progresiva o catastrófica del trabajo (fuente de valor alienado en el capitalismo), enriquecimiento de toda la humanidad a través del progreso de la tecnociencia capitalista, e incluso, salvación de las criaturas por medio de la conversión de las almas vía el relato crístico del amor mártir. (Lyotard, p. 29)

Añadimos a esto otros grandes proyectos que engrosaban las filas de las promesas a cumplir como la propuesta por el capitalismo: la felicidad gracias a la riqueza, o la “resolución definitiva de los problemas mediante la maximación de la información” (Welsch,  p. 37).La posmodernidad también apunta a favor de la diversidad cultural en detrimento de aquella limitación etnocéntrica y meramente europea tan característica del pensamiento moderno. De allí que se defienda  la hibridación, la cultura popular, el descentramiento de la autoridad intelectual y científica.

Los pensadores más destacados de las corrientes posmodernas son Gilles Deleuze, Jean Baudrillard, Jean-François Lyotard, Jacques Lacan, Michel Foucault, Gianni Vattimo, Jacques Derrida, Gilles Lipovetsky, Slavoj Zizek, Alan Badiou, entre otros.

Ahora bien, entrada esta nueva etapa histórica que Lyotard ha llamado “un estado del alma o, mejor, del espíritu” (Welsch, p. 36) el arte va a servir de referente para revisar parte de la mentalidad que se viene gestando. La transformación va a llegar a la obra de arte con todas las consecuencias que esto implica. Esto se puede rastrear desde la década de los años sesenta principalmente en Europa y Estados Unidos con la aparición de lo que se ha llamado Neovanguardias.

En una sociedad de posguerra y bajo un desencanto por el no cumplimiento de la felicidad y el progreso van apareciendo posturas estéticas que son ecos de ese cuestionamiento. Es así como se va gestando este camino contestatario y reaccionario  con el Arte Pop (1950) que pretendía acerca  la vida cotidiana a la esfera del arte. Volver estética la vida misma parecía su norte. Sigue posteriormente el Neodadá y el Assemblage (1960) que miraron de igual manera la sociedad de consumo norteamericana que se gestaba en aquella época de posguerra. Los objetos usados de aquella sociedad hablaban del tipo de cultura. Extraer esos objetos y conducirlos al museo daban la sensación de llevar la realidad misma al templo del arte. Con misiones similares (de ruptura y conciencia crítica) van apareciendo modalidades artísticas dispuestas a formar una nueva concepción en la década de los sesenta: El Happening, Fluxus, el Arte Minimal, el Arte de la Tierra, el arte del cuerpo y el arte Povera.

Bajo esta atmósfera de recuperar formas radicales de ruptura contrarias al arte establecido se retornan a ideas como las planteadas por Duchamp y las esbozadas por las vanguardias de principio de siglo XX, solo que ahora bajo otro contexto y otra significación. Sin embargo, como lo señala Baudrillard esta etapa posmoderna anda después del momento explosivo de la modernidad, es decir, de la libertad política, sexual, femenina, estética, etc. Una etapa que en todo caso sería la simulación de otra liberación ( p.9)

Quizá el rasgo común a estos movimiento es el cambio de formato (de una manera radical) para hacer arte. Desde productos del consumo masivo pasando por la utilización de la basura hasta el cuerpo como soporte de la obra de arte. Obviamente este fenómeno traerá consigo el inevitable cambio de  imagen del artista pues su papel se ve influenciado por el pensamiento posmoderno. Es así como la obra de arte paulatinamente vive su desmaterialización al someterse a otras miradas.

Un ejemplo de esta desmaterialización es la utilización del cuerpo como soporte y lenguaje de la obra de arte. El antecedente más inmediato a estas propuestas recaen en los movimientos del Happening en manos de John Cage  y posteriormente el Fluxus comandado por George Maciunas. Teóricamente y explicado por Lyotard entraríamos en una estética “que alega lo impresentable en lo moderno y en la presentación misma; aquello que se niega a la consolidación de las formas bellas […] aquello que indaga por presentaciones nuevas, no para gozar de ellas sino para hacer sentir mejor que hay algo que es impresentable” ( p. 25).

Si bien los movimientos artísticos predecesores exponían abiertamente sus ideas esperando desafiar el orden reinante, nuevos horizontes comienzan a contemplarse en esta década que empujan al arte hacia una nueva crítica y conciencia social. El cuerpo inesperadamente surge como sucesor del lienzo o del material artístico conocido y se torna el elemento liberador, catártico y puesto al servicio de experimentaciones creativas. Uno de los ejemplos de esta idea la encarna el movimiento conocido como Los Accionistas vieneses.

Herederos de la performance y el Happening este grupo surgió igualmente como contrapartida de la creciente industrialización y mediatización de la vida cotidiana. Frente a la industrialización, se intentaba rescatar la creación, la vida, el cuerpo y la naturaleza; frente a la mediatización, se buscaba recuperar la inmediatez de los actos y las conductas humanas. Para lograr esto Los accionistas utilizaron el cuerpo, el ritual y la violencia. Entre sus principales representantes se encuentran Günter Brus, Otto Mühl, Hermann Nitsch y Rudolf Schwarzkogler, que desarrollaron la mayor parte de sus actividades accionistas desde 1960 a 1971.

Para entender estas posturas es bueno recordar las ideas de Francois Pluchart quien señalaba en su primer manifiesto (1970) “El cuerpo se presentaba como la vía de liberación del arte de sus antiguas servidumbres, volviéndolo en instrumento de acción social  y en arma de combate”. Desde aquí nace la denuncia social, sexual, política encarnando todas esas heridas y mutilaciones que la colectividad hace con su cuerpo social. Pero no sólo es denuncia, también muestra ese daño como medio de purificación y catarsis, al igual que revela la condición alienante de la sociedad posmoderna.

La violencia, los rituales sacrificales, la experimentación con el peligro y la destrucción se vuelven formas de rebelión contra las convenciones sociales y de poder. Todo un acto que simulaba de  manera peculiar un oficio religioso mostrando muchas de las frustraciones humanas “supuestamente ejemplificando la noción de Aristóteles de la catarsis a través del miedo, el terror y la compasión”  (Goldberg, 1996, p. 163). Bajo este marco aparece la figura de uno de esos accionistas: Rudolf  Schwarzkogler.

Nacido en Austria en 1940 y fallecido en 1969 este accionista es parte de esa onda expansiva que significó el accionismo vienés. Los accionistas, hijos de la vanguardia; transgresores como sus padres, usaron el cuerpo como discurso de expresión. El cuerpo violentado, el cuerpo intervenido, el cuerpo que es sometido a flagelación. Fluido lacerante, piel rota y abierta. Sangre, excremento, mutilación; oda escatológica. El cuerpo se convierte en la primera persona de la manifestación artística según la mirada quirúrgica de los accionistas.

Todo es en vivo, el cuerpo que irrumpe, que transgrede; el cuerpo expuesto a filosas hojas de afeitar, la piel sustituyendo a la tela; la sangre haciendo las veces de un óleo que para estos artistas ya no es necesario. El cuerpo hendido, el cuerpo que se abre para mostrar excrecencias.  El cuerpo sustituye a la obra de arte. La obra de arte se convierte en un elemento transitorio, perecedero; tan fugaz como un perfomance.

Su propuesta es transgresora, pero sobre todo, agresora. El agredido es el cuerpo, a su vez que es el centro motor de esta propuesta artística vienesa. La acción más citada es la numero 3 S/T realizada en 1965. Teresa Aguilar García la señala como “la desconexión del sujeto con la naturaleza, en ambientes hospitalarios y quirúrgicos que denuncian la ciencia como cercenadora de la libertad del cuerpo. Los actores que interpretan sus acciones llevan el rostro vendado, sugiriendo la ausencia de identidad” (2008, p.6).

Indudablemente la acción suplanta la representación y esto es un desplazamiento de la obra de arte. Tampoco existe la figura del genio, de la aventura, de la ilusión, el intento de alcanzar una forma ideal, la comercialización, etc. Quizá habrá que escuchar las palabra de Baudrillard  sobre el arte contemporáneo “como un conjunto ritual para uso ritual, sin más consideración que su función antropológica, y sin referencia a ningún juicio estético” ( p. 24)

Duchamp introdujo el urinario en la galería. Con el accionismo vienés ya no el urinario de Duchamp, ahora el pene de Schwarzkogler. Pues la acción culmina con la amputación del pene del artista. El pene rebanado bajo un simulacro artístico.  Grotesco y abyecto, cuerpo que habla desde el dolor. Los irreverentes y escatológicos accionistas vienes hicieron de sus propuestas y de sus vidas un perfomance suicida.

Estas manifestaciones artísticas demuestran que la importancia del objeto construido va perdiendo fuerza en comparación con las ideas que posea el artista. Esto va dando forma a lo que posteriormente será llamado Arte Conceptual. Así las obras comienzan a ser vistas  como procesos en las cuales los métodos tradicionales y sus materiales no funcionan, de allí que aparezca esa desmaterialización en la obra con tal de llenar el vacío que se estaba produciendo. La idea de Schwarzkogler era vivenciar esa violencia y mostrarla a fin de despertar los sentidos de los espectadores.


Estas tendencias artísticas, igual que en el pasado, llevan consigo un mensaje, una idea, un concepto, o una critica solo que ahora el mensaje se transmite de manera mas directa, especialmente cuando el medio comunicante es el cuerpo. Creador y creación se unen en un mismo momento ante terceros sin la interferencia del objeto que otrora estaba en el arte creando una evidente separación.

Este desplazamiento hacía otra áreas que anteriormente se consideraban ajenas al arte han dado una nueva posibilidad de “crear”. La obra de arte ahora más que nunca se ha empapado en cada rincón de la vida dándole apertura temática y abriendo infinitas posibilidades de construirla con la diversidad de materiales que cuenta las distintas actividades humanas. “se habla de desmaterialización del arte, de toda una estética de la transparencia, de la desaparición y de la desencarnación, pero en realidad es la estética la que se ha materializado en todas partes bajo forma operacional” (Baudrillard, p.22)

Lo que empezó como protesta hacía el confinamiento que llevaba las ideas modernas en el arte ha traído efectos considerables para esta rama del conocimiento pues las posibilidades para trabajar son numerosas, pero igualmente los problemas. “Todo Vale” como consigna posmoderna puede ser una herramienta en contra si esos experimentos no cuentan con argumentos sólidos y apropiados para que le den el carácter de obra artística.

A partir de aquí es difícil hablar hoy día de un solo movimiento que lleve la batuta en el arte, muchos de ellos sin temor se rozan y se mezclan confirmando lo del pastiche en la posmodernidad sin renunciar paralelamente a movimientos del pasado que se creían superados. Ver esto es comprender como funciona la sociedad hoy día, cada vez más entrecruzada que demanda una mirada integral y completa sobre cualquier suceso.

Estas nuevas propuestas también han expandido el mundo de los significados. Por tal razón es que se puede mirar el cuerpo como metáfora del poder o de la sociedad o también como cuestionamiento de patrones establecidos contradiciendo esos arquetipos que promocionan los medios de comunicación. No hay que olvidar lo que hizo Schwarzkogler quien llegó lejos con sus prácticas masoquistas al amputar centímetro a centímetro su pene mientras un fotógrafo registro este evento. La veracidad de este hecho, sin embargo genera disputas entre los estudiosos. Esto también nos enlaza con otro rasgo de la cultura posmoderna que bien la explica Baudrillard “lo que estamos presenciando más allá del materialismo mercantil es una semiurgia de todas las cosas a través de la publicidad, los media, las imágenes. Hasta lo más marginal y lo más banal, incluso lo más obsceno, se estetiza, se culturaliza, se museifica” (p.22)


Por otro lado, el mirar estos procesos artísticos inevitablemente conduce a la pregunta de por qué se realizan bajo la forma que lo hacen. Tal sed de respuesta nos lleva al conocimiento de una sociedad cada vez más compleja por medio del arte, pues el arte es otra forma de conocimiento. Si bien son rasgos propios de una nación y de una época en específica ciertos rasgos se rescatan y pueden verse fácilmente en nuestras tierras. Sin embargo, hay diferencias considerables, pues hablar de posmodernidad en un país como Venezuela implica una diferencia con los procesos sociales que vive. Igualmente en el campo del arte, los temas y las intenciones pueden, a primera vista, no sintonizarse con lineamientos extranjeros, pero es otra historia particular que busca ser analizada.  

BIBLIOGRAFÍA



Baudrillard, Jean. (s/f): La transparencia del mal. Barcelona. Anagrama.


Baudrillard, Jean y otros (s/f): La Posmodernidad. Barcelona. Kairos.      

                                                                                                         
GOLDBERG, Roselee (1996) Perfomance Arte, Barcelona, Destino, p.p. 126-28

GLUSBERG, Jorge (1979) El arte de la perfomance, New York, Gaglianone p. 133.
Lyotard, Francois-Jean. (s/f): La Posmodernidad (Explicada a los niños) s/p. Serie Cladema

No hay comentarios.:

Publicar un comentario