miércoles, 10 de octubre de 2018

Mario Levrero, Caza de conejos, 1973.


XLII
La fuerza de los conejos radica en que todo el mundo cree en su existencia

XLIV
Hay quienes se unen a nuestro equipo de caza no por interés en los conejos, sino en los pájaros. En efecto: quien ame el canto de los pájaros, encontrará en el bosque una tal variedad y una tal especial calidad de en los cantos que quedará maravillado. Son estas personas las que más sufren cuando se enteran, tarde o temprano, de que hay poquísimos pájaros en este bosque, y los que hay casi no cantan o cantan mal o sin ganas; un canto opaco, sin brillo ni energía. Quienes cantan son las arañas, esa clase de arañas enormes y peligrosas que hacen sus nidos en las copas de los árboles y se valen de su canto para atraer víctimas. El amante del canto de los pájaros, hombre de sangre dulce, es la víctima favorita de estas arañas.


LVI
Evaristo el plomero creía cuando era joven, debido a nuestra pronunciación rioplatense de la zeta, que íbamos a casar conejos, y en su primera cacería junto a nosotros fue con un sacerdote. En adelante tomamos el cuidado de pronunciar la zeta al estilo castizo, lo cual favoreció en nosotros el desarrollo de una notable afición por las cosas españolas, y en especial la música. Es así que ahora, los domingos, en lugar de ir de caza nos quedamos en el castillo escuchando discos y hablando de toros.

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